JL: ¿Cómo ve la situación actual del pensamiento filosófico?
¿A qué temas se dedica Ud. últimamente?
JM: Yo creo que desde un punto de vista general social, no está
el pensamiento en buena situación. Y que la mayor parte de las cosas que se dicen y que
se publican no tienen -a mi juicio- demasiado que ver con la filosofía.
Yo continúo pensando en la dirección en que
lo llevo haciendo tantos años y he publicado una serie de libros en los últimos tiempos:
quizá partiendo de Antropología Metafísica, que es de 1970, todos los libros que
he escrito desde entonces, son una exploración de la realidad de lo que es vida humana,
sobre todo el núcleo personal, la idea de persona. En esto, creo que es lo que realmente
he avanzado más: los últimos libros, Razón de la Filosofía, Mapa del Mundo
personal, Tratado de lo Mejor y, finalmente, Persona -un pequeño libro
que es el último de filosofía que publiqué- yo creo que son intentos de exploración de
lo que es la realidad personal, que cada vez me parece más importante y más distinta de
las cosas. Precisamente lo que me preocupa es como hay una tendencia a recaer en el
pensamiento de cosas, en la cosificación, a olvidar la condición totalmente distinta de
la persona como realidad dramática, proyectiva, que consiste, en gran parte, en
irrealidad, que es real e irreal a la vez y que, por tanto, no es cosa. Esto es lo que a
mí me viene preocupando, creo que el pensamiento actual, preparado ya por la historia,
por la teoría de la vida humana como tal, ha avanzado sensiblemente en este último
tiempo. Yo me propongo continuar -hasta donde me llegue la vida y la lucidez si la
tengo...- a hacer esto.
JL: ¿Y qué cursos da Ud. actualmente?
JM: Actualmente, estoy dando dos cursos -todos los años doy dos
cursos simultáneos-, cursos de conferencias (largos cursos de veinte o veinte y cinco
conferencias cada uno de ellos) y este año estoy dando dos, muy diferentes de asunto: uno
de ellos se titula "La España posible del siglo XXI" que es un examen de
-analizando el presente- qué posibilidades (y qué dificultades y qué riesgos...) hay
para España para los años próximos. Y el otro se llama "La perspectiva
cristiana" que es un curso -que lo estoy terminando ya, me quedan muy pocas
conferencias- en que trato de determinar cómo ve la realidad el hombre que ha sufrido la
influencia del cristianismo, incluso me refiero no solamente a los creyentes, a los que
son realmente cristianos, sino a los que han nacido y se han formado en los países
condicionados por el cristianismo, es decir: Europa, América, todo Occidente y algunos
países más que han recibido esa influencia general. Es decir, son personas que han
recibido una visión de la realidad con un repertorio de creencias y de conceptos que los
hacen diferentes de los demás. Y yo estoy tratando de analizar en qué consiste esto.
JL: ¿Dónde ocurren estas conferencias y qué interés han
despertado?
JM: Es notable el interés que ha despertado esto en el
público: hay en cada conferencia bastante más de trescientas personas. Las de
"España-siglo XXI", las doy en el Instituto de España que es una institución
que reúne todas las Reales Academias; el otro curso, lo doy en el Colegio Libre de
Eméritos, que es una fundación privada, y lo doy en el Centro Conde Duque, donde
precisamente hay un problema todos los días porque, por razones de seguridad, no permiten
más que las personas que pueden estar sentadas, que son trescientas y algo: hay más
gente pero no las dejan entrar, lo cual hace con que los presuntos oyentes se irriten.
Es interesante: este curso tiene una
referencia directa al cristianismo (aunque no piensa solamente en los que son realmente
creyentes, porque los demás también están sometidos al influjo intelectual de la
visión de la realidad que el cristianismo condiciona). Por otra parte, yo acabo de
publicar un libro que se titula Sobre Cristianismo, es un libro de ensayos en que
reúno escritos de varias épocas y que ha tenido muy buena acogida, porque se publicó
hace un par de meses y ya van dos ediciones, lo cual quiere decir que hay un público que
se interesa por estas cuestiones. Por eso, yo creo que en definitiva -aunque se hable
mucho de la crisis de la religión y evidentemente la hay, como hay una crisis de
vocaciones sacerdotales y hay muchas gentes que dicen que no son religiosas (pero hay
muchas personas también que lo son y otras que no siendo plenamente religiosas se
interesan por esos problemas)- yo creo que hay ahí un campo interesante y que a mí
personalmente me preocupa mucho.
JL: Naturalmente se puede establecer un enlace entre el
cristianismo y el concepto de persona de que hablaba Ud. antes.
JM: Justamente. Yo creo que ocurre lo siguiente: el cristianismo
consiste precisamente en la interpretación personal del hombre. Cristianismo es la
visión personal del hombre y, por supuesto, de Dios. Lo curioso del caso es que por la
gravitación sobre el pensamiento cristiano -especialmente el teológico- de un
pensamiento griego -no-cristiano, pre-cristiano-, centrado en unos conceptos que son
naturales -conceptos como substancia, o causa, o esencia, o naturaleza etc.- no se ha
pensado suficientemente la realidad personal en el cristianismo. Y lo que me parece
interesante es que es el pensamiento actual es el que está descubriendo los métodos para
indagar lo que es persona, lo que es vida humana como tal y eso es lo que va a permitir
plantear realmente y de una manera adecuada intelectualmente el problema del cristianismo.
Yo creo que podría haber incluso un renacimiento de la teología en una perspectiva muy
nueva que se encuentra en algunos momentos -es evidente por ejemplo que ¿qué diré yo?-
en San Agustín o en Ricardo de San Victor o en San Anselmo- hay una aproximación, hay
unos ciertos atisbos, hay la idea de interpretar a Dios, partiendo de lo que el hombre nos
enseña: al fin y al cabo, es lo que parece razonable, si el hombre está creado a la
imagen y semejanza de Dios, parece adecuado partir de la imagen para entender el modelo y
no partir de las cosas, que están más distantes. De modo que yo creo que este es el
camino por el cual puede haber un avance muy importante en la filosofía y, por otra
parte, una aproximación al pensamiento teológico que sería muy interesante también.
JL: ¿Pero cómo ve, en nuestro tiempo, el tema del respeto, de
la consideración a la persona? ¿Hemos realmente progresado en eso?
JM: Yo creo que hay una conciencia de que esto debe ser así. En
la práctica no es muy real y hay evidentemente desprecio de la persona, hay violaciones
de los derechos de la persona, hay, a veces, las mayores violencias contra las personas,
pero hay conciencia de que eso no debe ser así, hay conciencia de que hay deberes
particulares...
Hay un punto que me parece interesante: se usa
ahora tanto la palabra "derecho", pero rara vez se emplea la palabra
"deber" para nada. Por ejemplo, cuando se habla de los "derechos
humanos", yo digo: esto es pleonasmo, no hay más derechos que los humanos, no hay
otros. Cuando hablan... por ejemplo, a veces hay gentes que hablan de los derechos de los
animales, yo digo: los animales no tienen derechos, tenemos deberes para con los
animales, que es cosa muy distinta. También tenemos deberes para con las cosas: yo no
puedo quemar un cuadro valioso o destruir un edificio valioso: no es que tengan derechos,
es que yo tengo deberes para con ellos. Para con los animales también tengo deberes, no
es que ellos tengan derechos. La gente quiere evitar hablar de deberes... Pero conciencia
hay, lo mismo que hay, por ejemplo, un sentimiento positivo -creo que es un avance- de una
cierta solidaridad, por lo menos teórica. Es decir, se piensa que lo que pasa mal en el
mundo -por ejemplo, el sufrimiento- en cualquier parte del mundo nos afecta, nos debe
importar. No se ocupa uno solo de lo propio de lo que está cercano; tenemos conciencia de
que también nos afecta lo lejano. Eso puede llevar también a una hipocresía: que es que
la gente se ocupa del "prójimo lejano". "Prójimo" quiere decir
"próximo", pero hay gente que quiere hacer grandes cosas en países remotos de
los cuales no sabe nada... Yo creo que hay que empezar por lo cercano, por lo próximo: si
cada persona tratara de contribuir a la felicidad de algunas personas concretas que tiene
a su alcance, esto es real, esto se puede hacer y el mundo andaría mucho mejor. Pero, en
todo caso, es bueno también ese sentimiento, diríamos, de solidaridad general, de que lo
que pasa a los hombres en cualquier parte, en cierto modo, nos ocurre a nosotros
también...
JL: ¿Y cómo ve la particular vocación de España para el
mundo de hoy y del futuro próximo?
JM: Yo creo que el pensamiento español del siglo XX ha sido muy
creador. La cultura española tiene, si se quiere, un volumen no tan grande como otras,
pero desde comienzos del siglo, desde la generación que llamamos "del 98", se
ha llegado en las cimas, en las cumbres, se ha llegado quizá a figuras tan importantes
como las de cualquier otra parte. Tal vez el relieve en conjunto no es tanto como en los
tres o cuatro países más creadores de cultura, pero ha sido un país muy innovador, con
un carácter nuevo, un carácter que me parece importante: ha habido un talento literario
en los pensadores españoles que ha hecho que tengan capacidad de comunicación. Yo creo
que esto ha hecho que mucha gente se interese y hay un hecho que a mí me sorprende: que
las ventas de libros de pensamiento en España son mayores que en el resto de Europa -
nadie lo sabe en España y cuando lo digo no lo creen, pero es verdad. Por ejemplo -¿qué
diré yo?- los dos últimos libros filosóficos que he publicado en cinco o seis meses han
tenido tres ediciones cada uno: esto no suele pasar en otros países. Es decir, se lee
más que en otros países de Europa. ¿Por qué? Porque no nos leen solamente los
profesionales; nos leen las personas cultivadas de cualquier campo que tienen interés,
que tienen aficiones. Si se da un curso filosófico, también hay una cantidad muy grande
de asistentes como acababa de decirle.
JL: ¿Y a qué característica particularmente española
corresponde este hecho?
JM: A la del pensamiento vivo. Un pensamiento, además, con una
expresión literaria muy valiosa, que hace que los libros de pensamiento sean libros,
libros legibles y no meros tratados más o menos vagos o abstractos. En ese sentido, yo
creo que puede ocurrir que sea un fermento que estimule la vuelta del pensamiento teórico
que está muy comprometido en casi todas partes.
Por otra parte, España tiene una posición
interesante: es un país europeo, uno de los países creadores de Europa (hay gentes que
hablan de la entrada de España en Europa, porque entra en las instituciones europeas;
pero ¿cómo va a entrar en Europa si está desde antes?). Y además, España tiene una
vinculación radical a América: si un español no es español más que si conoce a
América, la América Hispánica, la América Ibérica, si se quiere, es lo mismo
(Hispánica e Ibérica es lo mismo: uno es un término griego, otro es latino) y ahí hay
que incluir a Portugal y hay que incluir a Brasil también -esto forma una realidad total.
Entonces resulta que España tiene una doble vinculación: la vinculación europea, por
una parte, y la vinculación americana por otra, es decir, está formando parte de
Occidente, como tal, es la realidad íntegra de Occidente.
Yo digo a veces que la partida de nacimiento
de Occidente es aquel texto de los Hechos de los Apóstoles en que se cuenta cómo
van a azotar a San Pablo y éste protesta y dice: "a mí no me pueden azotar, porque
soy ciudadano romano". Y entonces, el centurión dice: "Bueno, a mí me ha
costado mucho dinero" y San Pablo contesta: "pues yo la tengo de
nacimiento". Es un judío, un judío helenizado, de cultura y lengua griega,
ciudadano romano, cristiano: esto es Occidente. Y este pasaje de los Hechos de los
Apóstoles es el acta de nacimiento de Occidente. España es un país radicalmente
occidental porque ni puede renunciar a Europa, ni puede renunciar a la vinculación con
América. Y esto puede actualmente ser un factor de amplitud, de abrirse a todo tipo de
estímulos y de influencias.
JL: Concretando un poco, a propósito de esto y del curso que
Ud. está dando "La perspectiva cristiana", qué puntos le parece importante
destacar.
JM: Bueno, he hablado de los orígenes, he hablado de la
vinculación con la tradición hebraica y con el pensamiento griego, pero luego me he
detenido sobre todo en el análisis de los conceptos fundamentales: el monoteísmo, el
sentido de la Trinidad etc. Y el carácter -para mí es decisivo- de Dios como amor.
Cuando el cristianismo se formaliza, cuando dice lo que Dios es, es amor. Y por tanto yo
pienso que la idea del hombre creado a imagen y semejanza de Dios, no es primariamente el
carácter intelectual o el carácter racional (también va, por supuesto), sino
primordialmente el hombre como criatura amorosa, que me parece el rasgo capital. Y luego,
evidentemente, toda una serie de exploraciones que estoy haciendo, por ejemplo, he hablado
de las infidelidades cristianas al cristianismo (que son bastantes en la historia...) y de
los motivos de hostilidad externa al cristianismo que se han producido especialmente en
los últimos siglos (bueno, en la Antigüedad por supuesto, pero también en los últimos
siglos...).
El cristianismo a veces ha renunciado por una
parte a ese carácter amoroso, por otra parte al carácter propiamente personal. A veces
se ha dejado llevar por consideraciones o institucionales, o jurídicas que pueden ser
legítimas pero que son secundarias; o bien ha olvidado el carácter amoroso, por ejemplo,
pienso en el espíritu inquisitorial, que ha sido algo gravísimo, que ha acontecido
históricamente y que ha sido una mancha en el cristianismo (y no sólo del cristianismo,
ha habido inquisiciones en todas partes, pero, en fin, en el cristianismo también).
Pienso, por ejemplo, cómo ha sido posible esto en una religión que dice: Dios no quiere
la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. ¿Cómo es conciliable con la
actitud, por ejemplo de Cristo que es de perdonar a los pecadores, caso de la mujer
adúltera o de tantos más...? A esto responde el espíritu cristiano y a esto no puede
faltar el cristianismo. Es evidente que el carácter universal, la catolicidad va en la
índole misma del cristianismo -si no es ya el Dios de Israel, el Dios de un pueblo
elegido; es algo que se abre a todo hombre...- evidentemente esto elimina toda posibilidad
de racismo, de consideración que hay pueblos que son inferiores como tales (será
inferior cada hombre, será inferior su conducta o serán inferiores históricamente -esto
sí ocurre, pero no por una condición intrínseca).
Son infidelidades que ha habido, como ha
habido también, claro, los contagios de ideologías que van en contra de su naturaleza
propia: es evidente que desde el siglo XVIII sobre todo ha habido un apartamiento de esa
condición personal y ese reducionismo que ha tratado de reducir el hombre a cosa: lo
personal a lo orgánico (o a lo inorgánico) que ha sido, por ejemplo, contrario a algo
que es primordial en el cristianismo, que es la libertad.
Todo determinismo, lo mismo que sea
teológico, o biológico, o económico, o social o político, va contra la libertad propia
del cristianismo. Todo eso son infidelidades que han existido...