JL: Un otro aspecto. Ud. ha
hablado de esta doble faz de España. ¿No cabe hablar también de una tercera dimensión
de relación: la dimensión árabe de España?
JM: Esto es muy importante y ha sido un hecho importantísimo en
la historia de España la invasión islámica del año 711, que destruyó la monarquía
visigoda y significó la ocupación de la mayoría del territorio de la península por los
árabes y bérberes -yo diría los islámicos porque en definitiva los árabes eran la
minoría. Esto ha sido enormemente importante desde el punto de vista histórico, por
supuesto, y político. Pero los cristianos que quedan libres del dominio musulmán, lo
entendieron como la pérdida de España, la fórmula que se emplea es "la pérdida de
España", y hablan de la España perdida y se interpreta como un contratiempo
pasajero. Es curioso cómo después de un siglo o siglo y medio de la invasión musulmana,
esa idea sigue dominando en la España cristiana y se dice que es un contratiempo pasajero
y entonces se emprende la Reconquista, que era la recuperación de la España perdida. Es
decir, si se puede pensar que España -por la influencia, por la convivencia con la
cultura árabe, con el pueblo árabe- es en cierto sentido un país menos europeo, en otro
sentido es más europeo que los demás, porque ha querido ser europeo. Los demás países
de Europa son europeos porque -¿qué van a hacer?- no pueden ser otra cosa. Pero España
hubiera podido ser como los países del norte de África, que eran helenizados,
romanizados, cristianizados y tras la invasión musulmana son países de lengua y cultura
árabe, son países musulmanes de religión, han quedado incorporados a ese mundo.
¡España no! España evidentemente tuvo voluntad de ser cristiana, lo cual quiere decir
europea, occidental y, en ese sentido, hay un plus de europeísmo en España.
Por otra parte, la historia de Edad Media es
una pugna entre cristiandad e Islam y, en España, eso pasa cuerpo a cuerpo, pasa de cerca
con influencias mutuas, con épocas de lucha más activa de convivencia pacífica, de
admiración mutua que han dejado huellas, como es natural. Ahora bien lo que no se puede
hacer -y esto es un error por ejemplo de Américo Castro- es hacer una especie de
equiparación de tres factores: cristiano, musulmán y judío... ¡No! España es un país
cristiano que ha tenido una relación muy próxima con el mundo musulmán, que ha tenido
una convivencia, que ha tenido influencias, en el cual ha habido minorías judías muy
activas, muy interesantes, pero evidentemente son tres factores de una magnitud
incomparable...
JL: ¿Y cómo ve Ud. hoy día el avance del Islam en el
escenario mundial?
JM: Es un problema muy complejo. Evidentemente, el mundo
musulmán es muy grande y hay muchas formas de islamismo, en muchos sitios hay formas muy
extremas que, por supuesto, son inquietantes. Hay una serie de vinculaciones que me
parecen muy peligrosas, por ejemplo, el extender la vigencia de una religión como tal a
la vida política, a la vida privada; eso que ahora se llama fundamentalismo es un factor
peligroso evidentemente. Sería posible que el Islam, tal como está actualmente,
convertido además en algo que tiene una vinculación política muy precisa se convirtiera
en un peligro grande, no sólo para los demás, sino incluso para el mismo Islam; puede
haber una adulteración, en el sentido que hablaba yo de las infidelidades cristianas al
cristianismo: es posible, por cierto, que haya también infidelidades islámicas...
A propósito de esto, hay una reflexión que
yo hice hace tiempo y es la siguiente: se habla de países islámicos y nadie habla de
países cristianos. Evidentemente, en los países cristianos hay personas que no son
cristianas y entonces no se admite que se hable de países cristianos. ¿Es que son
islámicos todos los que viven en países islámicos? No lo sé, supongo que no. Pero, sin
embargo, se mantiene la denominación y funcionan como tales.
Es decir, en el mundo cristiano hay una
especie de consigna que no se pueden llamar cristianos y en el Islam por el contrario...
Lo cual no parece enteramente justo. Sobre todo porque en realidad pueden no coincidir con
la verdad...
JL: ¿Cómo ve Ud. el problema de la Educación? ¿Qué tal
estamos -en este fin de milenio- formando a las nuevas generaciones?
JM: Yo creo que hay un factor positivo que es la difusión de la
educación. Antes, salvo la muy elemental, era patrimonio de minorias -grandes minorias-
pero relativamente minorias. Actualmente, reciben educación, en los países occidentales,
todos: muchos, una educación de nivel medio; muy grandes números, una educación
superior de tipo universitario. Eso, evidentemente, es un factor positivo. Al lado de
esto, hay un descenso de la calidad. Es evidente que la educación tiene muchas
limitaciones. Entre otras razones porque se trata de enseñar demasiadas cosas, demasiadas
informaciones, demasiadas noticias. Yo digo que el hombre actual está expuesto a ser un
primitivo lleno de noticias. Y le falta una visión del mundo, una visión de la realidad
en general.
Especialmente hay una desorientación
historica aterradora: el desconocimiento de la historia en todo el mundo actual, en todo
el mundo que yo conozco es pavoroso. Y por tanto el hombre no sabe de donde viene, no sabe
donde está y por tanto no sabe adonde puede ir. La ignorancia de la realidad humana es
increíble incluso en niveles universitarios. La mayor parte de la gente sabe poquísimo:
yo tengo ejemplos que son realmente cómicos (cómicos o para llorar, según se mire...).
Yo creo, por ejemplo, que se ha abandonado enormemente el estudio de lo que llamamos
"las humanidades", que tienen, diríamos, como vehículo principal a la
historia, porque el acceso a lo que no es directamente historia, hay que hacerlo
históricamente: Los jóvenes no pueden entender la filosofía más que históricamente,
porque ven por qué se ha pensado: primero una cosa y luego otra, como a seguir pensando
se ha llegado a otra forma de filosofía, eso que llamé "el sistema de
alteridades" en que consiste la historia de la filosofía. Por otra parte, no se
entiende más que restableciendo lo que era el mundo en cada época, por consiguiente
lleva consigo una visión de la historia general. No se puede entender, por ejemplo, el
pensamiento griego, si no se entiende lo que era el mundo griego. Y así sucesivamente...
La literatura hay que estudiarla también
históricamente: hay que entender por qué alguien ha pensado algo, por qué alguien ha
escrito algo determinado en cierta situación. En ese sentido, por tanto el vehículo,
diríamos, general de las humanidades es una visión histórica.
Y naturalmente lo que hace conocer una riqueza
enorme es el dominio de las lenguas. El conocimiento de varias lenguas, por lo pronto dos
lenguas: el griego y el latín de los cuales se deriva la cultura general de Occidente:
sin un cierto conocimiento de ellas, es muy difícil tener una visión certera. Luego las
lenguas europeas, las lenguas modernas han convivido y atenerse a una lengua es una
especie de separatismo lingüístico, muy peligroso. Es evidente, sobre todo en ciertos
niveles superiores, las personas que tienen una situación cultural un poco aceptable,
tienen libros en varias lenguas y las leen o incluso las hablan, pero por lo menos las
leen... Esto se está perdiendo. Ahora comprendéis que algunos países muy ilustres crean
menos que antes, por ejemplo el francés y el alemán: la gente estudia poco francés y
poco alemán. Yo creo que la producción reciente de Francia y de Alemania no es
comparable con lo que era antes: ¡lo siento mucho, pero es así! ¡Dios mío! ha habido
siglos de creación y las lenguas representan el vehículo para entender cientos o miles
de libros maravillosos: no se puede dejar de saber estas lenguas, aunque la producción
reciente de los últimos años no sea tan importante.
JL: Y como Ud. nos hace ver concretamente en todas sus obras,
las lenguas nos hacen comprender la misma realidad...
JM: Claro, cada lengua evidentemente expresa una manera de
instalación en el mundo. Por ejemplo, lo que yo pienso de la relación entre el español
y el portugués. El portugués leído es casi la misma lengua, no hay ningún problema;
hablado, es un poco más difícil, no es una lengua transparente pero es translúcida.
Lenguas translúcidas: cada una entiende la otra, especialmente más clara si es hablada
en Brasil...
JL: Yo casi entiendo mejor el castellano que el portugués de
Portugal...
JM: ...Yo digo que hay una escala: el brasileño es el más
claro; el portugués, un poco menos; el lisboeta, menos y todavía menos Mário Soares...
(risas) ... a quien no entiendo... Le he oído incluso directamente y le entiendo muy mal.
Pero, en fin, son grados, en definitiva, cuando estoy en el Brasil, yo hablo en español y
los amigos hablan en portugués y nos entendemos y no pasa nada... Y doy conferencias en
español y no pasa nada: hablando un poco claro y un poco más despacio se entiende bien.
Incluso en otras lenguas: yo he dado conferencias en francés y en inglés y hasta en
alemán - pensando un poco, porque hay que estar con medio verbo separable en la manga
para ver donde lo pone uno - y ahí hay una estructura distinta pero, en fin, se puede
manejar...
Yo creo que esa convivencia de todos los
países occidentales con una comunidad linguística - limitada a las grandes lenguas,
nadie puede dominar todas las lenguas... - eso me parece muy importante... Ahora estamos
haciendo la unión europea que es enormemente importante, pero se está planteando de modo
demasiado reducido: desde el punto de vista económico, desde el punto de vista
administrativo... y hay un desconocimiento mutuo de las naciones de Europa: casi todo
mundo sabe demasiado poco de los demás países, no sabe qué es lo importante en ellos...
Eso me parece un error, yo creo que habría que integrarlo eso...
MS: Volviendo al tema de la persona: ¿cómo tras tantos siglos
de cristianismo sigue siendo todavía difícil articular una visión del mundo en que la
persona sea el centro...?
JM: Dije el otro día en ese curso de que hablábamos antes: que
el cristianismo se había vivido personalmente, pero no se había pensado personalmente:
este el problema. Y eso, quizá, porque había un lastre de pensamiento no cristiano,
concentrado en las nociones de cosas. Y solamente en nuestra época es cuando se ha
llegado a dominar realmente lo que es persona, lo que es vida humana como tal, vida
biográfica, no vida biológica. Y ahora estamos en una situación inmejorable para pensar
la filosofía y el cristianismo también. Eso me parece muy importante y creo que es una
coyuntura que se podría aprovechar: yo estoy tratando de hacerlo. Precisamente hoy, ha
salido un artículo mío en ABC que se titula "Fragilidad de la
Evidencia" y digo que cuando la gente lee u oye decir estas cosas - la visión
personal del mundo - lo entiende, lo entiende y le interesa, pero recae: hay una presión
de la cosificación, tan fuerte y tan larga que cuesta trabajo mantener la atención que
supone pensar personalmente las personas. Yo pienso por ejemplo en ese público de
trecientas o de trescientas cincuenta personas: me oyen explicar todo esto, lo entienden,
lo entienden bien y les parece que es así, pero después luego al día siguiente en su
casa, cuando se plantean otras cuestiones aparte de esto que han oído, probablemente
muchos de ellos - no digo todos - recaen en la visión cosificante... Hay hábitos
mentales que son tan fuertes, tan arraigados que es difícil de superar... No se piensa
más que sobre cosas: este es el problema. Luego se interpretan también desde el punto de
vista de cosas las relaciones más personales: por ejemplo -¿qué diré yo?- el
planteamiento de los problemas del amor actualmente se hace de una manera casi zoológica.
Yo digo a veces, con un poco de broma, que casi todos los grandes sexólogos son
zoólogos... Y la vida humana es distinta...
MS: ¿Cómo ve Ud. la filosofía en eso que se llama
postmodernidad?
JM: Oigo hablar de postmodernidad y me abstengo: no entiendo
nada y me parece una confusión tremenda. Yo recuerdo: hay un ensayo de Ortega de 1916 que
se titula Nada moderno y muy siglo XX. Eso sí tiene sentido. Ortega pensaba que la
época moderna, la modernidad termina hacia 1900. Y el siglo XX es otra manera de ser, él
publicó una colección de libros que se llamaba "Ideas del siglo XX" y decía
que hay un cuerpo de ideas que están germinando que ya existen y que son ideas del siglo
XX. Ahora bien, llamar a eso postmodernidad no aclara las cosas.
JL: Pensamos en postmodernidad como relativismo, como rechazo de
la verdad, no ya de esta o de aquella verdad, sino de la misma idea de verdad, que la
filosofía se desentienta de la verdad...
JM: A mí, eso me parece la mayor falsedad. Yo tengo pasión por
la verdad y, además, creo que la verdad es accesible, que la verdad es posible; lo que no
es la verdad es absoluta. Es decir, ninguna verdad agota la realidad y hay verdades que
son distintas y son conciliables, porque son visiones parciales de la realidad, ninguna de
las cuales la agota. Justamente Dios porque está en todas partes, porque tiene todas
perspectivas imaginables puede tener una verdad absoluta; el hombre, ¡no! El hombre está
condicionado por un punto de vista, que es verdadero, que es absolutamente verdadero.
Mire: el hecho de que estamos hoy, 8 de abril de 1998, hablando aquí en esta habitación,
eso es verdad inconmovible, es absolutamente verdad y esto no lo puede mover nadie; lo que
pasa es que es una verdad limitada, parcial, que no agota la realidad: en el mundo están
pasando muchas más cosas y nosotros mismos hacemos muchas más cosas, pero esto es
verdad.
JL: Pero cuando la filosofía renuncia a la idea misma de
verdad, entonces hay una crisis seria...
JM: Es que renuncia a ser filosofía. Lo siento mucho...
JL: Pero se siguen llamando filósofos...
JM: Eso es lo malo. Yo precisamente doy una definición hace
muchos años: "La filosofía es la visión responsable". ¿Por qué
"visión"? La filosofía consiste en ver... y decir lo que se ha visto. Y es
responsable en dos sentidos: porque justifica lo que ha visto y porque responde a las
preguntas. Me parece que no es mala definición, yo la empleo hace bastante tiempo.
EL: ¿En ese cuadro (cristianismo, persona etc.), qué piensa
Ud. del magisterio de Juan Pablo II?
JM: Yo tengo una gran admiración por él. Yo conocí al Papa el
año 1981. Y tuve una impresión de él de que "es un hombre que tiene los pies en el
suelo y lo levanta todo". No me parece tampoco mala definición. Y luego lo he visto
muchas veces, he hablado con él muchas veces y realmente me parece un hombre de esos que
aparece uno cada dos siglos: es la impresión que tengo. Yo espero mucho a próposito de
que va a ser el papa del primer trozo de milenio. Y además es el primer papa en varios
siglos que se mueve cómodamente en el pensamiento de su tiempo...
JL: Y precisamente en el concepto de persona...
JM: Claro. Ha habido muchos papas que han estado anclados en un
pensamiento de otros tiempos y no han conocido el pensamiento de su época; Juan Pablo II
sí lo conoce; lo conoce y lo tiene presente y se mueve cómodamente en el pensamiento del
siglo XX, lo cual me parece muy importante.