La Dramaturgia en México
de Cara al Tercer Milenio.
Viejos Temas para un nuevo público.
Miguel Ángel Tenorio
(Escuela de Escritores de México)
Cuando pienso en lo que significa hablar de tercer milenio de inmediato el concepto “tecnología” se me aparece. El desarrollo de ésta parecería marcar el sello de los años por venir, con el objetivo de hacernos más fácil la existencia. De hecho, se supone que así está sucediendo ya. Lavadoras, batidoras, hornos de microondas, teléfonos celulares, internet, todo esos elementos nos están cambiando en muchos sentidos nuestras costumbres y aparentemente nos están permitiendo tener una existencia más cómoda.
Si pienso entonces en qué puede ser una Dramaturgia de cara al tercer milenio, me tengo que preguntar qué va a pasar con el ser humano dentro de esta existencia aparentemente más cómoda. Me parece ver que el ser humano va a poder resolver algunas cosas prácticas: tener su ropa limpia y a la mano sin necesidad de ir a la lavandería, cocinar en tres minutos, comunicarse en medio del tráfico, acceder a un encuentro cibernético con muchas otras personas que ni conoce, con las cuales puede compartir algunos temas comunes. Pero al lado de eso, hasta donde puedo ver, me parece que el ser humano seguirá teniendo algunas necesidades básicas que la propia tecnología, al menos en el futuro más próximo, no puede satisfacer.
El hecho de que dos de los avances tecnológicos que he citado, teléfonos celulares e internet, tengan como próposito facilitar el contacto con otros seres humanos, me parece indicar que el ser humano estaría buscando, como una actividad prioritaria de su existencia el entrar en contacto con al menos otro ser humano.
Incluso si me pongo a pensar que las lavadoras, batidoras y hornos de microondas, aunque su propósito directo no sea facilitar el contacto entre los seres humanos, en el fondo, al facilitarnos en términos generales algunas tareas que nos consumirían tiempo, a la larga nos permiten disponer de ese remanente de tiempo para ser usado en un posible contacto humano.
Ejemplo: una mujer de estos tiempos, de inicios del tercer milenio, una mujer con estudios universitarios, divorciada, con hijos, seguramente ocupando un cargo público, llega esa noche a su casa y pone la ropa a lavar, le cocina a los hijos en el horno de microondas, les revisa la tarea que ellos ya hicieron gracias al internet. De hecho, podría no haber regresado a su casa, tal vez podría tener a los hijos bien aleccionados para que ellos solos hicieran todo eso. Sin embargo, “algo” en su interior le dice que es mejor que vaya a la casa y vea a sus hijos y platique con ellos, a que no los vea. Algo en su interior le dice que a lo mejor es bueno que les cuente un cuento antes de irse a dormir. Algo en su interior le dice que a lo mejor es bueno que les de un beso, un apapacho, que les diga que los quiere.
Y luego, cuando los hijos están ya dormidos, algo en su interior le dice que a lo mejor es bueno estar con ella misma, preguntarse cosas, estudiar, prepararse. Y si todavía tiene tiempo y deseos, algo en su interior le puede decir que a lo mejor es bueno que trate de comunicarse con esa persona que de alguna manera, le gusta, le simpatiza, la hace sentirse bien. Le habla por teléfono. Le responde una de esas máquinas contestadoras, le deja un recado y decide irse a dormir.
Pero sucede que de pronto, en su cama, ella sola, se siente inquieta, voltea hacia un lado, hacia el otro, prende la televisión, nada le gusta, busca una película de esas que ha grabado para verla en algún momento como éste. No le satisface. Piensa en leer. Lee, pero sigue inquieta. Se decide y le llama a esta persona que le gusta, le simpatiza, la hace sentirse bien, le llama a su celular.
La persona que le gusta, le simpatiza, la hace sentirse bien responde a la llamada. Resulta que tuvo que salir de emergencia a otra ciudad, porque un familiar está enfermo. Para trasladarse tuvo que tomar un avión, pero puede entrar en contacto con la mujer de nuestra historia a través del celular. Escuchar la voz del otro es algo que ayuda a la sensación de bienestar. Y si además, para volver más interesante la historia, suponemos que este hombre que le gusta a ella, le simpatiza, la hace sentirse bien, ese hombre está en proceso de divorcio de su todavía legítima esposa, pues esta situación va a crear cierta ansiedad en estos dos personajes. Así que a pesar de todos los avances tecnológicos, ambos tendrán que andarse con cuidado para que la esposa no utilice esta relación entre su casi ex marido y la mujer protagonista de nuestra historia, como una arma en contra del hombre que quiere divorciarse.
Nuestra protagonista se ve obligada a despedirse de su casi enamorado, para que no le salga muy cara la llamada. Sin embargo, haberlo llamado, haber entrado en contacto con él, le ha dado una cierta tranquilidad. Pero digamos que algo en su interior le dice que podría hacer algo más, entonces se levanta de la cama, va hacia su computadora, la prende y le manda un e-mail. De paso aprovecha y revisa todos los e-mails que le han llegado en los últimos días que no había tenido tiempo de revisar su computadora. Hay sorpresas interesantes: una amiga de la primaria a la que no había visto desde aquellos días, de pronto se comunica con ella con el enigmático mensaje: “Te escribo para ver si eres tú, te encontré en uno de estos e-groups, y bueno, pues si eres tú, contéstame, porque quiero saber de ti”.
Para complicar más las cosas en este mundo del tercer milenio, supongamos que un hombre al que nuestra protagonista no conoce, se encuentra en el mero centro del control de la información presupuestal y sin conocerla a ella más que por su clave, digamos que XYZ, le parece indigno que una mujer gane más que él, y entonces se la pasa piense y piense en algo que puede hacer para bloquear el flujo de dinero que permite que ella reciba su salario quincena tras quincena, depositada en una cuenta banacaria que ella maneja por computadora. El hombre finalmente descubre un truco tecnológico que le permite llevar a cabo su fechoría. Y claro, ante la aparición del problema nuestra protagonista buscará que alguien del banco la atienda, es decir, tratará de entrar en contacto con algún ser humano, más allá de la máquina, que le resuelva el problema ocasionado por el hombre incrustado en el control de la información.
Y ya nada más por no dejar, vamos a entrar al terreno de la ciencia ficción que se puede volver más realidad que ficción. Resulta que nuestra protagonista es elegida entre muchas candidatas para formar parte del comité de recepción de mujeres profesionistas que van a recibir a un grupo expedicionario que viene de la Galaxia de Andrómeda. El hecho de que ella haya ganado la elección le ha generado envidias y algunas de las candidatas perdedoras la empiezan a difamar. Por otra parte, la tarea encomendada le parece de muchísima trascendencia y de esto habla constantemente con sus hijos,a quienes quisiera verlos orgullosos de tener una madre así. Su hija mayor sí lo está, pero su hijo no, todo este hecho le parece sangrón e incluso se avergüenza porque todos en la escuela le hablan del asunto y él nada más dice “trágame tierra”, y esto a ella, mujer profesionista, progresista, triunfadora, mujer del tercer milenio, le provoca una vivísima pena.
Hasta aquí este ejercicio de imaginación con respecto a lo que podrían ser “apuntes en la vida de un personaje x en el tercer milenio”.
Revisándolo, podemos decir que el ejercicio nos ha permitido tener el material que nos puede conducir a contar una historia que está plagada de sentimientos y emociones humanas, fundamentalmente de deseos de entrar en contacto con “el otro”. Contacto para procurar el bien en el caso de la madre a los hijos, de la mujer al posible enamorado, o contacto para procurar el mal en el caso del hombre que provoca el problema en la cuenta bancaria de nuestra protagonista.
Y no creo que haya impedimento alguno para que, en el tercer milenio, podamos contar esta historia de manera dramática, es decir con personajes en movimiento frente a nuestros ojos al interior de una situación determinada.
Y fíjense que no he dicho contar esta historia en forma dramática, necesariamente en un teatro.
Hasta este momento sólo he hablado de dramaturgia, es decir, del proceso de contar una historia con personajes en movimiento frente a nuestros ojos al interior de una situación determinada.
Y quiero decir que utilizo el término “ojos” sin querer limitar la dramaturgia a algo que necesariamente veremos físicamente, esos “ojos”, en este caso, podrían ser también los “ojos de la imaginación”.
Con esto me atrevo a afirmar que es posible pensar la existencia de una dramaturgia en el tercer milenio.
Una dramaturgia que incluso pudiera no referirse a patria alguna. Quién nos asegura si no, al final del tercer milenio, el concepto “México” se vuelva totalmente obsoleto.
Puedo entonces llegar a una primera conclusión: la dramaturgia tiene posibilidades de seguir existiendo en el tercer milenio.
Ahora bien. Para que esa dramaturgia cobre sentido y cumpla su misión que es ser representada, va a requerir de un público.
No me queda ninguna duda de que en el tercer milenio habrá dramaturgos que escriban historias que tienen que ver con la vida de los seres humanos en ese tercer milenio, de seres humanos que luchan por entrar en contacto, para bien o para mal, con otros seres humanos.
Sin embargo, de lo que no estoy tan seguro es que haya el público suficiente para consumir todas las historias que se escriban.
En este final de segundo milenio algunos datos parecen indicarnos que la gente está yendo menos al teatro. La Sociedad General de Escritores de México (SOGEM) reporta que su recaudación por derechos de autor ha bajado considerablemente en este año con respecto al anterior. Incluso, en los últimos años, se nota una tendencia constante a la baja.
¿Por qué la gente está yendo menos al teatro?
La televisión, los videos, el resurgimiento del cine, la computadora, en general, otras formas de diversión.
¿Por qué la gente no escoge el teatro como una de sus formas de diversión?
En la Ciudad de México es común escuchar que se esgrimen razones como la inseguridad y el problema económico como las más importantes. Sin embargo, si éstas fueran las verdaderamente pueden explicarnos este fenómeno, entonces tampoco veríamos las cantidades de gente que salen a divertirse los viernes y sábados en la noche. Muchos jóvenes son capaces de gastarse en un fin de semana el equivalente a cuatro boletos de teatro, del cual pueden salir, en el peor de los casos, a las doce de la noche, y no a las tres o cuatro de la mañana que pueden estar saliendo de la disco.
Viernes y sábados podemos encontrarnos con una cantidad de lugares que están repletos de gente ávida de divertirse, y sin embargo, a esas mismas horas podemos encontrar 10 o 20 teatros donde 3 o 4 actores en escena en cada uno de ellos, hacen hasta lo imposible por capturar la atención y tratar de cautivar a los cinco, siete, 20 o en el mejor de los casos, 100 espectadores que están en la sala.
Esos cinco, siete, 20 ó 100 espectadores, por caprichos del destino, se encontraron con algo o alguien que les provocó el impulso de ir al teatro. Si esa circunstancia fortuita no se hubiera producido, esos posibles espectadores no hubieran asistido.
Y aquí quiero conectar la dramaturgia que puede ser capaz de mirar al tercer milenio y contarnos las historias que de él se pueden extraer, con el problema latente de finales del segundo milenio, que es la escasez de público que pueda consumir esta dramaturgia.
De noviembre de 1998 para acá he tenido la fortuna de que el Instituto Politécnico Nacional, El Colegio de Bachilleres y algunas otras secundarias y preparatorias me hayan abierto sus puertas para impartir ante grupos de 100 estudiantes cada vez, una conferencia que yo le puesto por título “El que lee no se aburre ni se aburra y si la zurra la compone”.
Originalmente mi idea era entusiasmar a los jóvenes sólo por el aspecto de la lectura en general. Sin embargo, a lo largo de las casi 100 conferencias que he impartido, he descubierto que al utilizar de manera teatral los recursos de mi voz, mis manos, mis ojos, los silencios, los gestos, los objetos de que puedo disponer al momento de la charla, los he ido entusiasmando para que se acerquen al teatro.
Sin temor a equivocarme puedo casi asegurar que la mayoría de estos jóvenes, hasta antes de la conferencia, no hubieran considerado en su vida, jamás, ir al teatro. ¿Por qué? Porque no lo conocían. Y al no conocerlo, habían levantado un muro de prejuicios.
Claro que la selección del material que les leo es importante. Cuando me di cuenta que mi obra de teatro que se llama “68: las heridas y los recuerdos” les podía llamar la atención, porque habla de personajes como ellos que se enamoran, se pelean, dudan, tienes tristezas, son rebeldes, decidí incluirla como el material de apoyo fundamental para la conferencia.
Y es maravilloso ver cómo ese auditorio de jóvenes que en su mayoría van, porque es parte de la clase de humanidades, literatura, filosofía o taller de lectura y redacción, y que llegan con una actitud de fastidio, al momento que empiezan a escuchar los sucesos que les narro y medio les actúo de la obra, se emocionan, se ríen y su atención es mi mejor cómplice para lograr el efecto de cautivarlos para el mundo del teatro. Su imaginación se despierta y ellos me ayudan a poner la escenografía, el vestuario, iluminación, la ambientación sonora y todo lo demás que no existe.
Si a mí, de casualidad aquí en Tabasco me preguntaran: ¿Qué hacer para entusiasmar a los jóvenes por el teatro? Yo no tendría ninguna duda: les presentaría mi obra de teatro “El Hombre del Sureste”, porque tiene que ver con la figura de Tomás Garrido Canabal, un personaje controvertido de estas tierras. Es una historia que inevitablemente tiene que ver con ellos.
¿Adónde quiero llegar con todo esto?
Quiero decir que es muy importante que empecemos a formar el público que va a consumir esa dramaturgia del tercer milenio.
En este momento México vive una ebullición de dramaturgos. En el reciente concurso nacional llamado de Teatro Nuevo, convocado por el Instituto de Cultura de la Ciudad de México y la SOGEM, se recibieron cerca de 280 obras de teatro, lo cual es número verdaderamente sin precedentes en la historia de los concursos de dramaturgia. Ya el concurso convocado por el Gobierno del Estado de Querétaro el año pasado recibió también una cifra considerable de obras, más de 70. Y en la Ciudad de México, a pesar de que el público se resiste a ir a los teatros, si uno revisa las páginas del Tiempo Libre se encuentra con una oferta de cerca de 80 montajes.
Curioso fenómeno: muchísima dramaturgia, bastante teatro y poquísimo público.
Mientras haya vida y dentro de esa vida seres humanos que buscan entrar en contacto con otros seres humanos, habrá historias que contar.
Algunas de esas historias podrán ser contadas de manera dramática, es decir con personajes que están en movimiento frente a nuestros ojos, en una situación determinada.
Mientras haya dramaturgia ésta podrá representarse en teatros o en no-teatros, con actores o sin ellos, con hologramas o con sólo voces o sombras o proyecciones o luces.
Pero si no hay público, si no hay el que puede escuchar al que algo tiene que decir, el círculo no se completa. La imitación de la vida no se cumple.
Por eso creo que la Dramaturgia en México de cara al tercer milenio se tiene que plantear dos tareas fundamentales: seguir contando historias de la mejor manera posible y segundo, salir a buscar a su público y cautivarlo para que incluyan al teatro como una actividad importante y satisfactoria dentro de su vida diaria.