Heráclito

(El presente texto es la transcripción de una conferencia dictada por don Julián Marías, que, como es su estilo, no utiliza para ello un texto escrito. Conferencia del curso “Los estilos de la Filosofía”, Madrid, 1999/2000 – edición: Jean Lauand)

Julián Marías

 

Hoy vamos a continuar nuestro examen de los estilos de la Filosofía – recuerden ustedes que el miércoles anterior hablamos de Parménides. Quiero recordar muy brevemente lo que era capital y tenemos que retener para que la coherencia del curso se mantenga. Recuerdan ustedes como Parménides es -entre los presocráticos- el primero que llega a una concepción conceptualmente rigurosa de la filosofía. Recuerdan ustedes como aparece el concepto capital, el concepto que va a cruzar toda la filosofía griega y después: la idea del ser en su forma del participio de presente del verbo einai, on, lo que se llamará después en latín ens, ente.

Y hay otro concepto, el de physis, que ha aparecido anteriormente: los primeros escritos presocráticos, perdidos, solían tener este título general Peri physios, “Sobre la naturaleza”.

Hay, además, el concepto de vía, de camino, odós, que es primordial en el pensamiento de Parménides y que es lo que va a dar lugar al concepto, derivado de él, de methodos, método, camino, vía: las vías del ser, del que es; la vía de la aletheia - otro gran concepto capital - la verdad, el desvelamiento, la patentización, la manifestación de lo real... Hay la vía impracticable del "no es" y la vía -tan extraña- de lo “es y no es”, que es la opinión, otro concepto capital, la doxa, que él llama “opinión de los mortales”, y que llevará a lo que se llama apariencia y entonces aparece otro dilema importante del pensamiento griego: apariencia y realidad.

Como ven ustedes, hay todo un abañico de conceptos capitales que se acuñan en el pensamiento de Parménides y van a seguir a lo largo de toda la filosofía griega. Lo fundamental es el descubrimiento del on, del ser como consistencia. Recuerden ustedes como en el giro normal -en nuestra lengua, por ejemplo- las cosas consisten en -por ejemplo: el agua consiste en una combinación de hidrógeno y oxígeno- pero la gran creación radical de Parménides es precisamente el quedarse en el consistir, la traducción más profunda de on sería consistencia: ¡las cosas consisten!, tienen un modo fijo, permanente de ser. Lo que pasa es que esto él lo toma literalmente: el on es uno, es inconmovible, es invariable, no cambia... Entonces el concepto de naturaleza pierde el sentido: la naturaleza consiste precisamente en que las cosas brotan, nacen y crecen, se transforman, se modifican... La kinesis -el movimiento, el cambio, que ha sido el motor del pensamiento griego-, para Parménides, no hay propiamente movimiento: el on es akineton...

Esto lleva a una situación paradójica, que no puede, claro está, ocultar Parménides: él dirá que el ente es inmóvil, imperecedero, ingénito, que no es engendrado..., pero evidentemente hay cambio, movimiento... Y Parménides dirá que no afecta al ser: los cambios -los cambios de condición, de color, de temperatura, de tamaño... todo eso es apariencia, no afecta a esta última radical consistencia: el on.

Este es el punto capital y que, naturalmente, plantea un problema: la articulación de la idea del ser invariable y la apariencia -evidente- del cambio, de la variedad, de la pluralidad de las cosas...

Esto ha quedado planteado en Parménides y diríamos, en definitiva, que la posición de Parménides -como suele ocurrir con las actitudes filosóficas- significa una exageración: es algo verdadero pero que parece inconciliable con otras verdades en otro orden... La contraposición entre physis y on va a ser, diríamos, el argumento del pensamiento griego.

Pues bien, se ha discutido mucho sobre la contemporaneidad -aproximada- entre Parménides y Heráclito. Incluso a veces se considera como anterior Heráclito y Parménides como posterior, yo no lo creo: el problema cronológico es dudoso pero hay en Heráclito demasiados elementos parmenideos incluso en la medida en que se contraponen: la contraposición es un indicio de influencia, como es claro.

Como recuerdan ustedes Parménides era de Elea -en la Magna Grecia- y se llama eleatismo el pensamiento de Parménides; Heráclito era de Éfeso, también vive a fines del siglo VI y la primera parte del siglo V a. C. Se dice que era de origen real, que tenía una procedencia de una familia de origen regio en Éfeso.

Inquietó mucho a los estudiosos, a los que comentan su obra y él tiene diversos apelativos... Teofrasto, discípulo de Aristóteles, dice que era melancólico y hay incluso una especie de fábula -que se ha transmitido hasta el Renacimiento (y después): Heráclito, el filósofo que llora; Demócrito, el filósofo que ríe... También se llamaba a Heráclito ho skoteinos, "el oscuro" y se le comparaba con el oráculo de Delfos, que no afirmaba ni negaba, sino que revelaba el pensamiento, indicándolo por signos. Esa actitud se atribuye también a Heráclito: el indicar las cosas de una manera alusiva -recuerden ustedes lo que les decía el otro día: de esos filósofos sólo se conservan fragmentos, por veces citas -más o menos breves- en escritos de otros autores... Por tanto, conocemos frases de Heráclito que son por veces deslumbradoras, pero que están fuera de contexto y que resultan, en definitiva, discutibles...

En cierto modo parece la oposición total a Parménides. Parménides habla del ente uno, inmóvil, inconmovible, que no varía...; En cambio, dirá Heráclito: panta rhei, todo corre, todo fluye: la idea de la variación, intrínsecamente. Dirá: "No se puede uno bañar dos veces en el mismo río", frase famosa de Heráclito. Es decir: se instala en la variación, en el cambio, en la pluralidad... es -a primera vista- la inversión rigurosa de Parménides. Dirá que la guerra o la discordia es el padre de todas las cosas - polemos pater panton-, es decir: justo lo contrario de la unidad. Y que todo es, en realidad, fuego; fuego que se enciende y se apaga, que se transforma... El fuego -fíjense ustedes- es lo más inconsistente. La imagen de la llama, ¿qué forma tiene una llama? La llama no tiene forma, la está cambiando constantemente... Esta mesa es perecedera, en su tiempo fue árbol, se sacaron tablas de él, un carpintero la construyó, algún día se corromperá o se quemará, pero de momento ahí está y tiene una consistencia, una forma determinada... pero una llama ¡no! Una hoguera está cambiando constantemente y, por eso, el fuego -pyr- va ser precisamente el símbolo de la realidad que presenta Heráclito. Como ven ustedes, parece la rigurosa inversión de Parménides.

Hay más cosas todavía. Dirá Heráclito que la naturaleza gusta de ocultarse, physys khryptesthai philéi. La naturaleza, la realidad gusta de ocultarse. Lo cual, evidentemente, hace referencia a algo que va a ser decisivo en el pensamiento de Parménides: es la diferencia entre lo patente y lo latente. "La naturaleza gusta de ocultarse", es decir, es algo latente, algo que está oculto y evidentemente el problema será manifestarla, descubrirla, hacerla patente... lo que se llama en griego aletheia. Aletheia es lo que no está oculto, lo que se des-vela, lo que se re-vela...

Si algo latente se revela, esta actividad corresponde a la latencia, a lo latente que se descubre y se manifiesta, pero la filosofía va a consistir en algo muy distinto: va a consistir en que el hombre, mediante una acción suya, des-vela lo oculto, lo patentiza. Y esto ha aparecido siempre como una especie de audacia, una especie -en cierto modo- de impiedad: el des-cubrir es hacer una violencia sobre lo que está oculto, latente. Por eso, las acusaciones de asebeia, de impiedad, han sido frecuentes en Grecia. Ha habido filósofos que han sido perseguidos -más o menos, en diferentes grados- porque precisamente se atrevían a desvelar lo que está oculto, la realidad - no que se revela, sino que el hombre la pone de manifiesto, aletheia. Recuerden ustedes la cena del Tenorio cuando el padre de Don Juan Tenorio –en el primer acto- le hace reproches a Don Juan y él va cubierto con un antifaz. Y cuando Don Juan le pide que se descubra él contesta:

- Nunca

- Cuando me cuadre.

- ¿Cómo?

- Así.

Y Don Juan pone la mano en el rostro del padre y le arranca violentamente el antifaz...

- ¡Villano! ¡Me has puesto en la faz la mano!

- ¡Válgame Cristo, mi padre!

Esto, en definitiva, es lo que se siente -de una manera distinta- ante la audacia del hombre que se atreve a desvelar, a poner de manifiesto la realidad oculta, la realidad latente. Esta impresión de impiedad:

- ¡Villano! ¡Me has puesto en la faz la mano!

Y Don Juan se queda trémulo:

- ¡Válgame Cristo, mi padre!

Vean ustedes como hay un eco, en un drama romántico, justamente de esa actitud de inquietud, de espanto ante la audacia del hombre que se atreve a descubrir, a manifestar lo que estaba oculto, latente. Esto aparece con importancia extraordinaria en Heráclito.

Pero hay otra frase suya: odos ano kato mia kai oyte "El camino hacia arriba y el camino hacia abajo es uno y el mismo". Es una frase que tiene una importancia extraordinaria: el camino hacia arriba y el camino hacia abajo.

El camino hacia arriba es precisamente el camino que lleva de lo patente, de lo manifiesto a lo latente, a lo oculto. Pero él añade algo nuevo: que el camino hacia arriba y el camino hacia abajo es uno y el mismo. Es decir: que hay un camino que lleva de lo patente a lo oculto, de ida y vuelta: el camino inverso, el camino que lleva de lo patente a lo latente...

Y esto va dejar planteado el gran problema de la filosofía griega, si quieren ustedes de la filosofía sin más. Porque tenemos las cosas, las cosas visibles, patentes, todos los días, las cosas conocidas, las cosas que se manejan... que serán en cierto modo descalificadas por el pensamiento griego: no son onta, serán pragmata, khremata, las cosas que se usan o las cosas que valen, la riqueza... Khremata anér dirá el sofista, el dinero es el hombre; las cosas que se hacen... hay toda una serie de formas de realidad, que son realidad, pero son realidad secundaria, son la realidad que no es el on, no son onta, no son verdaderos entes.

Se hace ahí un camino, y este es el camino de la filosofía, el camino que va de lo patente a lo latente, a descubrir y a poner de manifiesto, poner en aletheia, en su verdad, eso que estaba oculto, eso que gusta la physis, gusta de ocultarse, de esconderse y el hombre puede ponerlo de manifiesto.

Sí, pero hay una segunda parte. Yo creo que la gran originalidad de Heráclito es el camino de vuelta, que es el mismo: es uno y el mismo. Se puede volver de lo latente a lo patente, es decir se puede dar razón de las cosas. De esas cosas de las cuales se ha partido, pero dar razón de ellas desde lo latente, desde lo que verdaderamente son, desde esa aletheia descubierta.

Como ven ustedes, la historia de la filosofía es constantemente el problema de hacer ese doble camino señalado -no realizado, no llevado a cabo, pero sí señalado- por Heráclito: como el oráculo de Delfos, que indica por signos, él lo ha señalado, lo ha mostrado. Ahora queda como una empresa pendiente, como algo que hay que hacer...

Y es curioso lo que ocurre en toda la historia de la filosofía griega, en definitiva: o se subraya el camino hacia lo oculto, lo latente, hacia lo que verdaderamente es y se abandonan las cosas, o se intenta volver a las cosas y entenderlas desde ese fondo latente, de ese fondo verdadero, de lo que verdaderamente son y dar razón de ello.

Y esto va a ser en definitiva la historia de la filosofía griega: el problema de la physis y de los physei onta, los entes que son por naturaleza - nosotros decimos "las cosas naturales", pero el griego emplea la forma dativa: las cosas que son por naturaleza: la naturaleza es el principio, la arkhé de las cosas naturales (por ejemplo en Aristóteles es capital la distinción entre physei, las cosas que son por naturaleza -las verdaderamente reales- y las apotekhnes, por arte, por técnica).

El pensamiento de Heráclito, diríamos, pone el acento en lo fugaz, en lo pasajero, en lo móvil, en lo que cambia, en la discordia, en la guerra, en la pluralidad de las cosas, en lo que fluye... todo eso, evidentemente, aparece como -y es- el reverso de Parménides. Sí, pero no sólo eso, hay otros conceptos en el propio Heráclito que, en definitiva, son parmenideos. Hay algo que es permanente y que es uno, que es lo que él llama to sophon. La palabra sophos, como saben ustedes, quiere decir sabio. Habrá una etapa, posterior, en el pensamiento griego, que va a ser justamente el ideal del sabio: el sophos (el filó-sofo es el que ama la sabiduría, que busca la sabiduría; Platón dirá que ni el ignorante ni el sabio filosofan -porque uno no tiene conciencia de que no sabe y el otro lo sabe ya; el filósofo es un "termino medio", es el que echa de menos el saber y lo busca). Heráclito no habla del sabio, habla de to sophon, lo sabio, es un neutro y dice que es uno, permanente, inmutable... es decir, le atribuye a to sophon los atributos del ente de Parménides. Esto es sumamente curioso.

Y hay además otros fragmentos que apuntan también a esa dualidad: de lo cambiante y de lo permanente.

Por ejemplo, dirá que los hombres despiertos tienen un mundo común, mientras que los que sueñan cada uno se vuelve a su mundo particular... Aparece ahí la pluralidad, la diversidad de los diferentes mundos particulares de los dormientes, que, en definitiva, no son plenamente reales; mientras que el mundo de los despiertos es un mundo común - koinon. Vean ustedes como aparecen, diríamos, esquemas parmenideos en el pensamiento de Heráclito.

Otro concepto que aparece con unidad -y en principio con permanencia- es el nous - uno de los cuatro o cinco conceptos capitales del pensamiento griego. Nous es la visión, pero con un carácter no puramente sensorial (eso es particularmente importante y aparecerá también en la conferencia sobre Aristóteles). Es decir, hay una visión biológica, fisiológica, y hay también visión intelectual - y es el sentido dominante en el concepto de nous (en Anaxágoras el nous tendrá incluso unas conexiones que pueden ser teológicas).

Como ven ustedes, esa contraposición entre Parménides y Heráclito parece que tiene un carácter absoluto, yo diría demasiado absoluto; sin embargo, a última hora (siempre pienso que lo contrario se parece mucho a aquello de que es contrario...) la actitud de Heráclito tiene mucho de parmenideo a la inversa: es el reverso de Parménides, pero conserva toda una serie de elementos, toda una serie de ingredientes del pensamiento de Parménides.

Recuerdo, por ejemplo, que Ortega insistía mucho en que en el conjunto de la idea de la filosofía, le parecía que no se había dado el puesto necesario a la variación, al cambio, a la innovación y -en algún lugar- dice: es hora de que la simiente de Heráclito dé su humana cosecha (naturalmente el pensamiento de Ortega, en una medida muy importante, significa la idea de la vida humana como cambio, como variación, como libertad, como creación..., en definitiva, diríamos, conceptos de linage heraclitiana, pero, naturalmente, no sólo).

En definitiva hay una cierta comunidad, una comunidad bastante profunda entre Parménides y Heráclito. Lo que pasa es que precisamente la realidad la ven desde dos perspectivas distintas: lo real está ahí, está presente; Parménides lo ve desde una perspectiva y Heráclito insiste primariamente en la otra: pero, naturalmente, esa realidad aparece en ambos, en diferente perspectiva: para Parménides, lo esencial es la unidad, la inmobilidad, la perpetuidad, la consistencia absoluta (evidentemente que hay cambio, que hay pluralidad etc. que no afecta al ente, a esa fundamental consistencia: será doxa, no será aletheia, será la vía de los mortales...). Heráclito -otro estilo intelectual- insistirá enormemente en la variación, en la pluralidad... es la perspectiva inversa, pero al mirar la realidad aparecen los elementos de unidad, de permanencia: to sophon, el nous, lo común, koinon...

Ven ustedes -y este es en definitiva el argumento interno de este curso- como la filosofía ha consistido en mirar a la realidad, en tratar de descubrirla, en cada momento se ensaya una cierta perspectiva, que lleva a unas conclusiones, que lleva a una imagen de lo real. Si se ensaya una perspectiva distinta -y en el caso de Parménides y Heráclito es la casi total inversión- aparece una realidad distinta; distinta pero en la cual -a última hora- reaparecen los mismos elementos.

Entonces esto -que se va a perpetuar a lo largo de toda la historia de la filosofía- nos debe llevar a darnos cuenta del descubrimiento -quizá propio de nuestra época- de la necesidad de la perspectiva y la insuficiencia de toda perspectiva. Es decir -y esta será quizá la conclusión fundamental del balance filosófico de tantos siglos- que toda perspectiva es válida, es en principio verdadera, pero ninguna es suficiente, ninguna es única, ninguna es excluyente.

Y entonces se puede llegar -y a esto quizá estamos llegando en el pensamiento de nuestra época- a trascender de cada perspectiva particular y descubrir -en cierto modo- la insuficiencia de todas ellas y la necesidad de una integración de todas ellas. O sea, que toda perspectiva -que puede ser verdadera, que en principio es verdadera-, ninguna agota la realidad. Es un error cuando decimos A es B y nada más. El error no está en decir que A es B, porque A es B, pero es falso decir "y nada más", porque A es B y C y D... Y toda verdad es verdadera pero no es la única.

Por esto tiene sentido hablar de los estilos de la filosofía y ver justamente en qué consisten esos diferentes estilos, como son ensayos de aproximación a la realidad. El gran error de la manera habitual de considerar la historia de la filosofía es verla como un repertorio de errores, como un catálogo de los errores... ¡No! En definitiva, sería más bien un catálogo de las verdades insuficientes. Seguiremos el próximo miércoles.