Javier Martínez Babon
Dep. de Ciències de l'Antiguitat i Edat Mitjana
Universidad Autónoma de Barcelona
E-mail del Departamento: d.c.antiguitat@uab.es
La importancia de la navegación en el antiguo Egipto ha quedado reflejada a través de representaciones artísticas, algunos textos, maquetas e incluso el hallazgo de grandes naves funerarias en complejos piramidales. Gracias a esas fuentes actualmente nos podemos hacer una idea aproximada del tipo de bajeles que surcaron las aguas del Nilo o que alcanzaron las costas asiáticas y algunos puntos litorales del África oriental. Algunos autores han escrito puntualmente sobre aspectos de la marina egipcia, subrayando principalmente su sentido comercial o religioso, y relegando a un segundo plano su importancia en el arte de la guerra (1). Sin embargo, así como se conservan documentos referentes a actividades comerciales a lo largo de buena parte de la historia del país del Nilo o a la relevancia que determinados bajeles tenían en las ceremonias funerarias de los distintos períodos, también queda patente el uso de naves para la guerra desde los primeros tiempos hasta el final del Imperio Nuevo.
En base a las citadas premisas, y avanzando por anticipado las grandes lagunas que ofrece el tema, este artículo pretende resaltar el papel de la marina dentro de las estructuras militares del antiguo país del Nilo a lo largo de dos milenios.
Época de la Unificación (ca. 3000 a. C.), las dos primeras dinastías (ca. 2950-2640 a. C.) e Imperio Antiguo (ca. 2640-2155 a. C.)
La situación geográfica del país, con el Nilo recorriendo de norte a sur la totalidad del territorio y la posesión de grandes franjas costeras en el mar Mediterráneo y en el mar Rojo, propició que ya en tiempos proto-históricos los egipcios destacaran en la construcción de barcos que les permitieran una comunicación más rápida dentro de sus propias fronteras mediante el río y un acceso a ricas zonas comerciales a través del mar. La guerra no quedó al margen de este incipiente desarrollo naval y en los tiempos previos a la unificación, a finales del cuarto milenio a. C., se detectan enfrentamientos sobre las aguas en las pinturas de la tumba 100 de Hierakonpolis (2), donde se observan naves blancas con quilla curvada enfrentándose a una negra con proa vertical. Barcos semejantes a los citados son visibles en la decorada empuñadura del puñal de Gebel el-Arak (3).
La célebre paleta de Narmer, fechada a principios del tercer milenio a. C., muestra en una de sus registros una procesión hacia un lugar donde aparecen diez enemigos decapitados. Sobre ellos aparecen algunos signos, entre los que destaca una puerta y un bajel con la proa y la popa casi verticales. Aunque este conjunto es difícil de interpretar, en su momento fue traducido como puerto (4). En cualquier caso, parece clara la asociación de los cadáveres a términos vinculados con actividades navales; quizá representaba el sangriento resultado de una expedición militar. A partir de la primera dinastía, que comenzó con el citado Narmer, está documentado el rango de comandante de barco, sin que se pueda determinar si implicaba potestad sobre una nave o una flota (5). Un grafito encontrado en Djebel-Scheik-Suleiman, en las inmediaciones de la Segunda Catarata nilótica, con el nombre del rey de la primera dinastía Djer, muestra a un guerrero nubio atado a un bajel egipcio (6). Ello indica que desde los comienzos de su civilización los egipcios aprovecharon el curso del Nilo para embarcar tropas destinadas a combatir en el sur. Esta disposición táctica, que permitía ganar mucho tiempo, fue aplicada, como se verá a lo largo del presente artículo, durante buena parte de la historia del Egipto faraónico.
En los anales de la Piedra de Palermo destinados a Jasejemui, uno de los últimos monarcas de la dinastía II, se recoge los términos: construcción de barcos (7). Casualmente este rey es el primero que está documentado en Biblos (8), ciudad cananea que mantuvo excelentes relaciones comerciales con Egipto durante siglos. Aunque estos datos no tienen una relación concreta con la guerra, demuestran que ya en tiempos de este monarca estaba perfectamente establecida una estructura naval que incluía largos viajes de cabotaje por el mar Mediterráneo.
Durante el Imperio Antiguo queda atestiguada la importancia otorgada a los bajeles en múltiples muestras, entre las que adquieren especial relevancia los anales del rey Snofru, perteneciente a la IV dinastía, inscritos en la Piedra de Palermo. Estas fuentes nos hablan de una expedición comercial de cuarenta barcos a Biblos para cargar madera de cedro y de la construcción de una nave que poseía 52 metros de longitud (9). Desde el punto de vista militar, es probable que en la gran operación militar que llevó a término contra los territorios nubios y que le reportó 7000 prisioneros empleara bajeles de transporte (10).
En el templo funerario del monarca Sahure, rey de la V dinastía, se conservan parcialmente relieves de navíos que regresaban de tierras asiáticas con posibles prisioneros (11).
Si bien los datos de Snofru y Sahure pueden ofrecer dudas, la fuente citada a continuación subraya el uso de bajeles para la guerra: en la biografía del gran funcionario Weni, que comandó expediciones al sur de Palestina siguiendo las órdenes del rey de la dinastía VI Pepi I (Urk. I, 101-105) se encuentra una frase que resume lo que debió ser una operación anfibia:
(...) y así yo crucé el mar en barcos de transporte con estas tropas, y desembarqué detrás de la cima de la loma, al norte de los que están a través de la arena.
Se conocen hasta diecinueve rangos navales distintos de este período, divididos en dos grandes grupos: oficiales de marina y administradores de marina (12). Muchos de sus portadores poseían también títulos asociados al ejército, lo cual demuestra la importancia que la movilización de tropas embarcadas alcanzó durante esta época.
La construcción de bajeles se realizaba en diversas ciudades de la ribera del Nilo o en puntos de las costas alejados del río, como parece indicar un parágrafo de la biografía, sita en una tumba de Assuan, del oficial de marina Pepi-Nehet que sirvió a las órdenes del monarca Pepi II; este militar hubo de recuperar los cadáveres de dos oficiales asesinados mientras dirigían la construcción de un bajel en la tierra de los beduínos, quizá algún punto situado entre el Valle del Nilo y el Mar Rojo (Urk. I, 134, 13-16).
Primer Período Intermedio (ca. 2155-2010 a. C.)
La división de Egipto durante el denominado Primer Período Intermedio enfrentó a numerosos príncipes y gobernantes hasta que finalmente se bipolarizó en los grandes núcleos de Heracleópolis y Tebas. Estos conflictos bélicos implicaron una gran actividad naval, según se desprende de las fuentes que se han conservado.
En la biografía del príncipe Anjtifi de Moalla, que controlaba las provincias meridionales de Egipto, se puede leer el uso de su flota para abastecer ciudades azotadas por hambrunas y destaca un desembarco militar en la ribera oeste de Tebas para defender los intereses de la ciudad de Hermontis (13).
Los relieves hallados en la tumba del oficial Inyotef (T.T. 386), militar tebano que participó directamente en la larga guerra entre hercleopolitanos y tebanos muestran también operaciones con uso de bajeles. En una de las representaciones es visible un barco, semejante a una gabarra, cuya tripulación está compuesta exclusivamente por soldados nubios: algunos reman y otros disparan sus arcos. Un segundo trabajo artístico, no tan conservado como el primero, retrata un bajel cargado de guerreros egipcios armados con grandes escudos y hachas de guerra. En ninguno de los dos paneles se observa al enemigo, quedando pues la duda de si se pretendía mostrar una batalla sobre las aguas o una operación anfibia (14). Dado el marco de las operaciones, la citada guerra civil, parece claro que el desarrollo se ubicaba en aguas del Nilo.
Tras la reunificación Egipto vivió un período de esplendor político, cultural y militar que también ha legado información sobre bajeles usados para la guerra.
En primer lugar cabe resaltar algún detalle que aporta la historia del náufrago, una de las obras maestras de la literatura del antiguo país del Nilo (15). Aunque se aparte de una acción bélica, un pasaje detalla las dimensiones del barco y el número de tripulantes:
Yo había descendido a las minas por mandato del soberano, en un barco de ciento veinte codos de largo por cuarenta de ancho, que iba tripulado por ciento veinte marinos de los mejores que había en Egipto.
Este texto indica que en aquellos tiempos se construían bajeles que, en dimensiones actuales, medían unos 60 metros de eslora por unos 20 de manga.
Algunos de los eventos militares de esa época con participación naval se encuentran en:
-La biografía del nomarca Jnumhetep, escrita en las paredes de su tumba de Beni Hassan, destaca un párrafo que alude a su servicio militar a las órdenes de Amenemhat I en un conflicto armado con los territorios del sur:
Embarqué con él al Alto Egipto (?) en una flotilla de 20 barcos de cedro. Entonces él regresó habiendo calmado la tierra y sometiéndola a lo largo de ambos lados. (Urk.VII, 12,3).
-En una de las múltiples inscripciones rupestres halladas en El Guirgaui, cerca de Korosko, el escriba Reniker indicó que había viajado al sur junto al visir Antefoker en un navío enviado por el monarca Amenemhat I. Un pasaje indica el uso específico de la flota en una operación militar:
(...) Habiendo remontado el río victoriosamente matando al Nehesy sobre su ribera, yo he descendido (por el río) cortando sus cereales y cortando sus árboles, incendiando sus casas, como se merece el que se rebela contra el rey. (...) (16).
Yo seguí a mi señor cuando navegó hacia el sur para destruir a sus enemigos en medio de los cuatro bárbaros (...) y pasé a través de Kusch, navegué hacia el sur y alcancé los confines de la tierra (...) no hubo pérdidas entre mis soldados (...) (18).
Al margen de las operaciones militares, los barcos egipcios realizaron numerosas expediciones comerciales a Biblos, ciudad en la que se han encontrado numerosas piezas que portan los nombres de monarcas egipcios de esta época, y a Punt. Una estela hallada en el Uadi Gauasis, lugar cercano al Mar Rojo, detalla la preparación de una flota comercial destinada a las tierras de Punt en tiempos de Sesostris I. Bajo la supervisión del visir, los barcos eran construídos en Koptos, ciudad del Valle del Nilo, y trasladados, presumiblemente desmontados, hasta el Mar Rojo. Los componentes de esta aventura fueron: el visir, 2 oficiales, 50 suboficiales, 500 marinos, 5 escribas y 3200 soldados (21). Esta información contrasta con la mencionada a finales del Imperio Antiguo sobre la posibilidad de que los barcos fueran construídos en las inmediaciones del litoral. Asimismo, resulta interesante el detalle de que los viajes comerciales contaban con una numerosa escolta militar.
Se han encontrado inscripciones con rangos militares asociados a la marina en lugares alejados de cursos de agua; el título de almirante aparece en el oasis de Dajla, en pleno desierto (22). Ello podría significar que no había una diferenciación clara entre oficiales de tierra y de marina.
Segundo Período Intermedio (ca. 1785-1570 a. C.)
El Segundo Período Intermedio destacó por la invasión de grupos de asiáticos denominados hicsos, que ocuparon el delta nilótico poniendo fin al Imperio Medio. Sus reyes obligaron a los príncipes tebanos del sur, depositarios ya en aquellos tiempos de una milenaria tradición, a rendirles vasallaje. Tradicionalmente se ha aceptado que tal conquista se debió a un armamento nuevo, como el carro de guerra tirado por caballos y el arco compuesto. Tras varios gobernantes sumisos, subió al poder de Tebas el príncipe de la dinastía XVII Sequenenre Taa, que presuntamente inició una guerra de liberación, aunque fracasó estrepitosamente, según demuestran las cinco heridas mortales que su momia presenta en la cabeza (23). Sin embargo, su sucesor Kamose continuó la lucha y todo parece indicar que, consciente de su inferioridad en el combate terrestre, empleó los barcos con gran acierto. En las estelas que erigió en Tebas y en una copia posterior denominada Tablilla Carnarvon, hay constancia escrita de que la flota se convirtió en el instrumento más válido de su agresiva política:
No he dejado una (sola) madera perteneciente a los 300 bajeles de madera nueva de cedro, llenos de oro, lapislázuli, plata, turquesa, armas de bronce sin número (...) (24).
Entra dentro de lo posible que se tratara de una acción corsaria contra un convoy que transportaba dichos objetos, mas es sumamente destacable que algunos de los primeros triunfos que lograron los egipcios contra los hicsos fueran navales, lo que obedece sin lugar a dudas a la tradición en el arte de navegar con fines bélicos que en aquellos tiempos sumaba ya más de un milenio.
Tras la muerte del citado dirigente las tropas tebanas habían recuperado parte de los territorios septentrionales y habían adoptado algunos de los avances armamentísticos que habían utilizado los asiáticos. Sin embargo, la guerra continuaba y los bajeles fueron fundamentales.
Una tumba sita en El Kab, fechada a inicios de la dinastía XVIII, brinda la primera biografía prácticamente completa de un militar que llegó a ostentar el rango de almirante (Urk. IV, 1-11). Se trata de la vida de Ahmose hijo de Ebana, que comenzó su carrera a bordo del navío Toro Salvaje, con el que combatió contra los hicsos bajo las órdenes del monarca Ahmose, hermano y sucesor de Kamose. Por su valentía fue promovido a oficial y trasladado al Barco del Norte, con el que luchó en los canales cercanos a Avaris. Gracias a su pericia fue recompensado y se le dio el mando del bajel Rey Ahmose brilla en Menfis con el que contribuyó a la captura de la citada capital. Por sus acciones recibió en varias ocasiones el oro de la valentía, que en aquellos tiempos equivalía a las actuales medallas de mérito. Liberado el país, acompañó al monarca en una larga campaña asiática que, después de tres años, logró la rendición de la plaza fuerte sudpalestina de Sharuna. Tras la muerte del rey Ahmo-se continuó sirviendo en la marina a las órdenes de dos de sus sucesores, Amenhotep I y Thutmés I, combatiendo en Asia y en las aguas meridionales del Nilo contra los nubios, consiguiendo notables éxitos y siendo promovido finalmente a almirante, rango con el que se retiró. Hay que hacer hincapié en que Ahmose hijo de Ebana combatió también en tierra, lo cual parece indicar, junto a algunas evidencias ya mencionadas y otras que se citarán, que fue en Egipto donde germinó la idea del infante de marina.
La información que ofrece esta biografía ayuda a subrayar dos aspectos: la importancia que tuvo la escuadra fluvial durante la sangrienta guerra de liberación y la existencia de una escala de oficialidad a la que se accedía por méritos militares.
La guerra contra los hicsos supuso, a todos los niveles, la creación de cuadros militares fijos y la profesionalización de los soldados. Para que todo ello pudiera ser operativo, Thutmés I, uno de los sucesores de Ahmose, ordenó la construcción de unos grandes acuartelamientos en la ciudad de Memfis, donde los príncipes herederos recibían la instrucción militar necesaria para cuando llegasen a faraones y, por lo tanto, a comandantes en jefe de los ejércitos de Egipto (25). El otro gran foco de concentración de tropas se ubicó en Tebas, la capital. Con esta disposición se encuentran dos puntos bien definidos en cuanto a planificación estratégica: Memfis estaba relativamente cercana a las conflictivas zonas del Próximo Oriente, desde las cuales se había producido la invasión hicsa que no sería fácilmente olvidada, y Tebas se constituía en el lugar de partida de expediciones destinadas a controlar las inestables tierras del sur, donde grupos nubios creaban problemas. A partir de aquí, resulta plausible creer que la ciudad del norte tenía jurisdicción militar sobre los puertos del delta y la ciudad del sur disponía de importantes efectivos fluviales y regía el destino de las costas del mar Rojo.
La organización del ejército profesional permitió que Thutmés III conquistara, tras diecisiete campañas, los inmensos territorios de Siria-Palestina con el potencial económico que ello significaba y, por el sur, llegara a colocar la frontera de Egipto en la Cuarta Catarata. Y no deja de ser sintomático que en la organización administrativa de las zonas ocupadas en el Próximo Oriente, cuatro puertos tuvieran guarnición militar faraónica: Jaffa y Gaza en Palestina, y Ullaza y Simira en Siria (26). A parte de las ventajas comerciales que implicaban, permitían, gracias a sus fáciles comunicaciones con el interior, un rápido desplegamiento de tropas llegadas por mar o el abastecimiento de un ejército de tierra.
Los datos conservados en la actualidad no permiten elaborar un estudio completo sobre el arma naval del período en cuestión, cuya principal misión fue probablemente la de transporte. He aquí algunos episodios en los que está atestiguada una participación más o menos directa de bajeles egipcios armados durante la dinastía XVIII:
- En una de las expediciones que Thutmés I llevó a término contra rebeldes nubios, fechada en el año 2 de su gobierno, el mencionado Ahmose hijo de Ebana, relata una operación anfibia con la participación del propio monarca. Aunque el texto no esplicita detalles, finaliza de manera muy elocuente (Urk. IV, 8-9):
Su Majestad viajó aguas abajo, estando todas las tierras en su puño. Cada miserable nómada nubio estaba colgado con la cabeza hacia abajo en la proa del barco halcón de Su Majestad. Se desembarcó en Karnak.
Captura de dos barcos (tripulados con) sus dotaciones, cargados con toda clase de bienes (...) (Urk. IV, 686).
Lamentablemente el texto no aclara si fueron abordados en alta mar o en las instalaciones portuarias.
(...) Viajé a los países de Asia e hice construir numerosos barcos de transporte de cedro en las montañas del país de los dioses, en el distrito de Ta-nebt-seni. Ordené que los colocaran sobre los carros, y los bueyes los arrastraron hasta el lugar donde Mi Majestad se encontraba con el fin de cruzar el gran río que fluye entre este país y Naharina (...) (Urk. IV, 1227, 43-48).
Ello prueba que había dispositivos navales egipcios en el citado puerto y que existía una perfecta organización cara a operaciones anfibias. Asimismo, cabe destacar que en esta época los egipcios poseían ya una larga tradición en el arte de desmontar y transportar bajeles por tierra.
Él escribe las capturas de todo hombre sobre su nombre, que son los portadores de la espada de las compañías y los contingentes de los barcos (Urk. IV, 2139).
Lo más destacable de estas operaciones es que, salvo un dudoso abordaje a las dos naves de Ullaza, ninguna supuso un enfrentamiento directo sobre las aguas. Ello tiene una explicación muy simple: los grandes enemigos del país del Nilo durante el período en cuestión no poseían fuerzas navales importantes, y ciudades marineras como Biblos o Ugarit estaban directamente vinculadas al gobierno de Tebas. Otro aspecto que merece la pena resaltar es que, aun cuando hubo intensa actividad bélica reflejada en anales militares de algunos de estos monarcas, las menciones a la flota son escasas debido a que los eventos bélicos se personalizaban en las figuras de los faraones y, salvo contadas excepciones, no se relataban excesivos detalles sobre marchas o luchas directas.
Las fuentes de guerra son una parte de la información sobre la marina egipcia que, dentro las numerosas lagunas existentes, se puede completar con detalles biográficos de algunos oficiales, representaciones artísticas y textos administrativos.
Yo coloqué también unidades en el camino para que rechazaran a los extranjeros en sus lugares, gente que rodeaba las dos partes del territorio para vigilar las incursiones de los beduínos. Yo también hice lo mismo en las desembocaduras del Nilo, las cuales fueron cerradas mediante mis tropas y los marinos de la Armada del rey.
Se conocen los nombres de algunos portaestandartes de marina, rango que correspondía a un oficial que comandaba 200 hombres y, por lo tanto, se puede asociar a lo que sería el capitán de un barco (35), como Nebamun que gobernaba el navío Amado de Amun en tiempos del faraón Thutmés IV (36). Un episodio de su vida resulta curioso y demuestra que los oficiales con años de servicio podían ser promovidos a cargos de responsabilidad que se apartaban de su profesión. Tras una larga carrera, el navegante en cuestión fue nombrado jefe de los medjai (policía nubia) en los territorios del oeste de Tebas, lugares sagrados en los que se levantaban necrópolis de reyes y altos funcionarios.
Algunos oficiales comenzaron su carrera militar en el arma naval y la acabaron en tierra. Tal es el caso de Dedu (Urk. IV, 995) que sirvió bajo Thutmés III. Empezó como soldado de marinería y alcanzó el grado de portaestandarte en infantería. Otros siguieron el camino a la inversa, como el caso del oficial Nebamun que en tiempos del citado rey comenzó con el rango de jefe de los despachos de la reina y posteriormente fue ascendido a almirante de la flota (Urk. IV, 145-153) o Semnut, que tras haber sido portaestandarte de una compañía de infantería y jefe de establos de una unidad de carros, fue elevado por Amenhotep II también a almirante (37). Ello induce a pensar que la marina no era una sección diferenciada del ejército, sino una parte más del mismo, junto a la infantería y los carros (38).
Las tripulaciones estaban formadas por marinos y soldados. Los primeros, que no eran esclavos, se encargaban de las labores típicas de un barco de la época, como remar y cuidar el aparejo, y portaban un parche de cuero en los glúteos, cosido sobre la protección genital para evitar el roce tras horas de remo, según se observa en la tumba del alto funcionario Huy (39) que vivió en los tiempos de Tutanjamun, mientras que los segundos iban armados de idéntica manera que la infantería, con protección genital, escudo, lanza y hacha, tal y como se aprecia en los relieves de la célebre expedición a Punt que la reina Hatschepsut hizo esculpir en su templo funerario de Deir el Bahari.
El hecho de que existieran rangos como controlador de los contingentes militares de un barco o entrenador de un contingente militar de un barco permite la suposición de que los soldados embarcados pertenecían mayoritariamente al cuerpo de infantería y recibían entrenamiento especial para servir, según fuera necesario, en la marina o en tierra (40). Hay que tener en cuenta que en aquellos tiempos los barcos carecían de máquinas de guerra y que los combates navales, si los había, se decidían al abordaje, que no era más que una prolongación, adecuada a los barcos, de una batalla terrestre. Sin embargo, durante el reinado de Thutmés IV existían ya unidades de soldados que eran reclutadas para embarcar en una nave, según se puede observar en los relieves de la tumba del oficial Haremhab que muestran a los escribas distribuyendo a los nuevos soldados en grupos encabezados por portaestandartes, uno de los cuales muestra las insignias de la marina (41).
Cada unidad del ejército poseía su propio estandarte. Los de la marina, ya fueran marineros o soldados, solían llevar un bajel sobre el que se levantaba un abanico de plumas de avestruz. Asimismo, existían también estandartes de parada mucho más bellos, y con una evidente simbología alegórica, como el de un imponente león bajo un abanico o un halcón, animales que encarnaban el poder del monarca (42).
Como prueba de que las flotas eran un arma de larga tradición dentro del ejército, en las mismas combatían tanto soldados egipcios como nubios, de la misma manera que ambos grupos étnicos lo hacían 600 años antes según los citados relieves de la tumba del oficial Inyotef. Así, en el reinado de Hatschepsut existía una unidad nubia de marina denominada Los luchadores (43).
La importancia del marino dentro de las estructuras militares del país del Nilo queda demostrada con un texto que recoge las habilidades guerreras de Amenhotep II, quien, como ya ha sido indicado, colgaba a los cabecillas enemigos de la proa de su bajel. En el mismo se relata su pericia en la conducción de carros de guerra, el manejo del arco y su fuerza con los aparejos de un barco (44):
(Él era) "fuerte de brazo" y él era infatigable cuando sostenía el timón y cuando maniobraba en la popa de su "Barco Halcón" tripulado por 200 hombres. Cuando se paró y ellos habían hecho un kilómetro, ellos estaban fatigados; sus miembros estaban extenuados (...). Pero su majestad era fuerte con su timón de 20 codos (10 metros) de longitud. Él paró e hizo anclar su "Barco Halcón" tras haber hecho 6 kilómetros remando, sin dejar de maniobrar y los rostros eran de admiración, viéndolo.
La afición del citado monarca a la actividad naval queda plasmada también en la biografía del oficial Amenemhab, que había acompañado a Thutmés III en algunas de sus campañas asiáticas. En un episodio de la misma destaca que llamó la atención de Amenhotep por su habilidad con el remo en una fiesta celebrada en el Nilo (Urk. IV, 897).
- Se pueden distinguir diversos tipos de barcos dedicados al comercio o a la guerra según fueran las necesidades del momento. Los de río eran ligeros y poseían una alta cabina desde la cual un vigía podía informar sobre los bancos de arena. Los de mar ofrecían distintas particularidades en función de si navegaban por el mar Rojo o el Mediterráneo. Los primeros poseían alargados y recios cascos coronados por grandes velas, mientras que los segundos eran más anchos y mostraban un aparejo más reducido, constituyéndose en típicos transportes militares cuando había actividad militar en el Levante asiático, pues podían embarcar carros y caballos (45) Según el material conservado algunas de estas naves se contruían en Biblos o Creta siguiendo las instrucciones del gobierno egipcio (46).
Tradicionalmente se ha venido aceptando que durante buena parte de la dinastía XVIII se botaron pocos barcos exclusivamente de guerra, de entre los que están documentados las naves insignia del rey, que eran conocidas con el ya citado nombre de barcos halcón, y que la marina se estructuraba en torno a los mencionados bajeles de transporte (47). Sin embargo semejante panorámica cambió en la recta final de la dinastía, bajo el reinado de Ejnatón, cuyas fuentes informan de actividades piráticas de un pueblo denominado lukka que asaltaban ciudades costeras de territorios aliados con Egipto (48). Y es sobre este período concreto que se ha hallado la que puede ser una de las primeras evidencias artísticas al respecto de lo que pudo ser la maqueta de un barco de guerra: una pequeña cabeza de león que muestra al animal con las fauces abiertas, sujetando la cabeza de un enemigo nubio (49).
A los actos piráticos documentados a finales de la dinastía hay que añadir los graves problemas político-religiosos que vivió Egipto: Ejnatón promovió una revolución religiosa que pretendía acabar con los panteones tradicionales, descuidando a causa de ello sus responsabilidades en Asia. Tal situación fue aprovechada por los hititas para ocupar algunas ciudades del norte de Siria que estaban vinculadas al país del Nilo. Tras su muerte comenzó un oscuro período en el que se sucedieron en el trono Tutanjamun, Eye y Horemheb. La inestabilidad política dentro de las fronteras se tradujo, en el exterior, con una guerra abierta contra los hititas, quienes conquistaron casi toda la zona siria.
Durante la primera fase de la dinastía XIX se asiste a un intento de recuperación de los territorios perdidos en Asia a finales de la dinastía anterior. El monarca Seti I encabezó una serie de victoriosas expediciones militares y consiguió restablecer los antiguos límites thutmósidas, siguiendo la estrategia de asegurar los puertos que ya había utilizado Thutmés III (50). Sin embargo, a los éxitos en Asia se añadió una sombra: bajo su reinado está documentado el primer intento de invasión de las tierras egipcias llevado a término por tribus libias desde el desierto occidental (51). Por primera vez en su historia, Egipto veía amenazadas sus fronteras desde el oeste. Aunque el ataque fue rechazado, se inició una época de inestabilidad en los límites territoriales que también afectó a sus aguas. Según una estela hallada en Tanis (52), y fechada en el año 2 del gobierno de su hijo Ramsés II, la escuadra egipcia destruyó, en algún lugar indeterminado de la costa, un flota de piratas schardana, quienes en épocas posteriores se aliarían con los libios. Ello significa que en tiempos del citado rey existía un sistema defensivo que incluía importantes contingentes navales de guerra, los cuales podían reforzar al ejército de tierra, como queda demostrado en relieves de la célebre batalla de Kadesch contra los hititas que destacan la inclusión de unidades de marina en la división de Ptah (53), y en un delicado momento de este enfrentamiento aparecieron tropas egipcias procedentes del litoral (54).
El problema de la defensa costera fue abordado con energía durante este período, pues se han descubierto cadenas de fortificaciones en el litoral occidental del delta que enlazaban con otras distribuídas, de norte a sur, en el desierto libio (55). En todas aparecen los cartuchos de Ramsés II, aunque dada la facilidad de este monarca por usurpar obras realizadas por algunos de sus antecesores, planea la duda de si el diseño corresponde a su gobierno o algunos de los fortines eran ya de épocas anteriores. En cualquier caso, esta planificación demuestra que los egipcios veían una seria amenaza en las incursiones libias por tierra y de pueblos foráneos por mar.
Tales fortificaciones no tardaron en ponerse a prueba, ya que bajo el reinado de Merenptah, hijo de Ramsés II, se produjo un nuevo intento de invasión libia, con la colaboración de pueblos mediterráneos de difícil ubicación, que fue rechazado sangrientamente por este monarca. Sin embargo, a pesar de la envergadura de los acontecimientos, no están documentados hechos navales en este episodio (56).
En el año 8 del reinado de Ramsés III, el gran monarca de la dinastía XX, se produjo la única gran batalla naval de la que se han conservado evidencias artísticas y escritas. Tal evento hay que enmarcarlo en una período de convulsiones en el área del Próximo Oriente que acabaría provocando un profundo cambio geopolítico y que los escribas de este faraón definieron de la siguiente manera:
Los países extranjeros se conjuraron en sus islas. Fueron desalojados y dispersados en batalla todos los países a la vez, y ningún país podía resistir ante sus armas, empezando por Hatti, Kode, Karkemisch y Alasiya (...) Se organizó un campamento en un sitio de Amurru, y asolaron a su pueblo como si jamás hubieran existido. Vinieron, la llama preparada delante de ellos, hacia Egipto. Su confederación consistía en Peleset, Tjekker, Schakalesch, Danu y Ueschesch, países unidos (...) (KRI V, 39-40).
Según este texto, antes de que la oleada llegara al país del Nilo, todas las tierras pertenecientes al imperio hitita fueron arrasadas. Y ante semejante perspectiva, el faraón movilizó a todos sus efectivos y trazó el plan de defensa:
Tracé mi frontera en Dyahi (territorios sirio-palestinos controlados por Egipto), preparé frente a ellos a los príncipes locales, comandantes de guarnición y mariannu (guerreros asiáticos). Hice preparar las bocas del río como un fuerte muro con barcos de guerra, transportes y esquifes. Estaban totalmente equipados, tanto a proa como a popa, con valientes soldados y con la infantería más escogida de Egipto (...) (KRI V, 40).
La batalla quedó reflejada en los siguientes términos:
Para aquellos que avanzaron juntos sobre el mar, la llama ardía delante de ellos en las bocas del río y una empalizada de lanzas les rodeaba en la orilla (...) Se preparó una red para atraparles; aquellos que entraron en las bocas del río quedaron encerrados y cayeron dentro de ella, clavados en sus puestos, muertos y despedazados. (KRI V, 40-41).
Los relieves ratifican estas palabras: cinco barcos de los Pueblos del Mar son atacados por cuatro barcos egipcios, tres a la izquierda y uno a la derecha, que lanzan una lluvia de flechas. Una de las naves invasoras ha volcado y las otras presentan sus cubiertas repletas de muertos. Las tropas de tierra, con el monarca al frente, capturan a los enemigos que alcanzan la orilla. Estas representaciones, al margen de la información que transmiten sobre los hechos, brindan la posibilidad de conocer cómo eran los barcos de guerra; grandes y estilizadas plataformas de madera con un único mástil, cuya proa terminaba con un mascarón en forma de cabeza de león que, con las fauces abiertas, sostenía la cabeza de un asiático. Presentaban una fila de diez u once remeros a cada lado, aunque probablemente se trate de estilizaciones y las hileras fueran más largas, protegidos por planchas, y poseían castillos a proa y a popa, donde se ubicaban principalmente los arqueros. En las cuatro naves representadas, el vigía utiliza la honda desde lo alto del mástil. Los bajeles enemigos presentan verticales proas y popas coronadas con cabezas de ave y no muestran a los remeros. Estos barcos guardan similitudes con mercantes sirios del siglo XIV a. C. (57).
Según se desprende de estos documentos, los navíos egipcios, permanecieron camuflados en las bocas del río y dejaron que el enemigo se adentrara en ellas. Una vez hubo pasado el grueso de la flota enemiga, se situaron en línea, atacando su retaguardia y obligando a la vanguardia a enfrentarse a las fuerzas del faraón destacadas en tierra. Evidentemente, una estrategia de tal envergadura no se improvisa en poco tiempo, y ello redunda en la idea de que existía ya una tradición de maniobras navales, aunque las fuentes apenas las destaquen.
Aun cuando la batalla se saldó con un importante triunfo que salvó a Egipto de una invasión, fue también el canto de cisne de un imperio que poco después se desmoronaría debido a crisis internas, la primera de las cuales acabó con la vida el victorioso Ramsés III a causa de una conjura urdida en el Harén real, y al cambio geopolítico habido en el litoral asiático, en el que el país del Nilo no pudo conservar sus posesiones, lo cual indica, a mi entender, que el enfrentamiento sobre las aguas del Nilo provocó un elevado número de bajas en la Armada faraónica. Unos cincuenta años más tarde, bajo el reinado de Ramsés XI, último monarca de la dinastía, el país estaba agotado y contaba con escasas unidades navales. La inexistencia de una flota de guerra que hiciera respetar los estandartes egipcios queda patente en un papiro que relata el viaje de Unamun, un tebano que fue enviado a Siria para tratar de negociar la compra de madera (58). Su viaje es digno de figurar junto a los relatos de piratas: sufrió deserciones, robos, amenazas, retenciones, persecuciones y humillaciones por parte de los nuevos gobernantes de unos puertos que hacía pocas décadas habían estado directamente vinculados a Egipto.
Con la muerte de Ramsés XI finalizaba una dinastía y se firmaba el certificado de defunción de un imperio que había comenzado su decadencia unos años antes.
A partir de la pequeña síntesis expuesta, y sin entrar en valoraciones sobre tipologías de barcos, los lugares donde fueron construídos o profundizar en los numerosos títulos y rangos que las antiguas biografías muestran, parecen evidentes algunos puntos de convergencia entre la marina y el ejército egipcios desde los orígenes de esta civilización:
Aunque a menudo la marina no ha ocupado un lugar preeminente en la historia militar del Egipto faraónico, no deja de ser paradójico que ya en el período de unificación tuviera un papel destacado y que el gran Imperio comenzara su andadura con los triunfos navales de Kamose y acabara, unos 400 años después con la gran victoria anfibia de Ramsés III.
1- La escueta bibliografía existente demuestra que no ha sido un tema tratado con asiduidad, quizá por las dificultades que entrañan las escasas fuentes. Algunos de los títulos más destacables sobre navegación egipcia son: R.O. FAULKNER, Egyptian Seagoing Ships, JEA 26 (1940), 3-9; T. SÄVE-SÖDERBERGH, The Navy of the Eighteenth Egyptian Dynasty. Uppsala 1946; A. NIBBI, Some Remarks on the Assumption of Ancient Egyptian Seagoing. M.M 65 (1979), 201-208. Una buena descripción sobre el enfrentamiento naval del delta se puede leer en N.K. SANDARS, The Sea Peoples, Warriors of the ancient Mediterranean 1250-1150 B.C. Londres 1978, 124-132.
2- Estas pinturas han aparecido en numerosas publicaciones, entre las que se pueden destacar: H. CASE/ J.C. PAYNE, Tomb 100: the Decorated Tomb at Hierakonpolis. JEA 48 (1962), 5-18; M. RICE, Egypt's Making: the Origins of Ancient Egypt, 5000-2000 B.C.. Londres 1990, 101-102; I. SHAW, Egyptian Warfare and Weapons. Haverfordwest, 1992, 59, fig. 45.
3- M.F. PETRIE, Egypt and Mesopotamia, AE (1917), 29, fig. 4; M. RICE, op. cit., 113-114.
4- M.F. PETRIE, Ceremonial Slate Palettes. BSEA 66, Londres 1953, 17.
5- P.M. CHEVEREAU, Contribution a la prosopographie des cadres militaires de l'Ancien Empire et de la Première Période Intermédiaire. RE 40 (1989), 21.
6- W.B. EMERY, Egypt in Nubian. Londres 1965, 125; B. GRATIEN, La Basse Nubie a l'Ancient Empire: egyptiens et autochtones. JEA 81 (1995), 44.
7- Piedra de Palermo, Recto V, 6; D.B. REDFORD, Egypt, Canaan, and Israel in Ancient Times. Princenton 1993, 37.
8- P. MONTET, Byblos et l'Égypte. Paris 1928, 271; D.B. REDFORD, op. cit., 37.
9- A. ROCATTI, La littérature historique sous l'Ancient Empire. Paris 1982, 39.
10- J. VERCOUTTER, L'Egypte et la Vallée du Nil. Des origines à la fin de l'Ancien Empire. París 1992, 272.
11- L. BORCHARDT, Das Grabdenkmal des Königs Sa3hu-re'. Berlín 1913, vol. II, Bl. 12, 27ss.
12- P.M. CHEVEREAU, op. cit., 4-36.
13- J. VANDIER, Mo'alla. La tombe d'Ankhtifi et la tombe de Sébekhotep. IFAO, BdE 18, 34-44.
14- A. SHULMAN, The Battle Scenes of the Middle Kingdom. SSEA 12 (nr.4) (1982), 170-182.
15- Ha sido traducida en varias ocasiones. He aquí dos de las más populares: A. ERMAN, Die Literatur der Ägypter. Leipzig 1923, 56ss; G. LEFEBVRE, Romans et contes égyptiens de l'époque pharaonique. Paris 1976 (reed.), 32ss.
16- Z. ZABA (et. al.), The Rock Inscriptions of Lower Nubia. Czechoslovak Institute in prague and in Cairo. Praga 1974, nº 73.
17- Ibid., nº 10.
18- W. EMERY, op. cit., 142.
19- H. GOEDICKE, Egyptian military Actions in "Asia" in the Middle Kingdom. RE 42 (1991), 93.
20- Una buena síntesis sobre las actividades militares de este monarca en las tierras del sur se puede leer en: C. VANDERSLEYEN, L'Égypte et la Vallée du Nil: De la fin de l'Ancien Empire à la fin du Nouvel Empire. París 1995, 92-95.
21- D. FAROUT, La carrière du whmw Ameny et l'organisation des expéditions au ouadi Hammamat au Moyen Empire. BIFAO 94 (1994), 144, 155.
22- M. VALLOGIA, Les amiraux de l'oasis de Dakhla. Mélanges offerts à Jean Vercoutter. París 1985, 355-364.
23- M. BIETAK/E. STROUHAL, Die Todesumstände des Pharahos Seqenenre (17. Dynastie). ANMW 78, Viena 1974.
24- L. HABACHI, The Second Stela of Kamose and his Struggle against the Hyksos. Abh. DAI Kairo 8 (1972), 37; H. S / A. SMITH, A Reconsideration of the Kamose Texts. ZÄS 103 (1976), 59-60.
25- W. HELCK, Der Einfluss der Militärführer in der 18. ägyptischen Dynastie. Hildesheim, 1964, 30.
26- N. NA'AMAN, Economic Aspects of Egyptian Occupation. IEJ 31 (1981), 177. La distribución provincial de las posesiones egipcias en Asia ha sido tratada por diversos autores, entre los que destaca W. HELCK, Die ägyptische Verwaltung in den Syrischen Besitzungen. MDOG 92 (1960), donde ya destacaba la importancia de los puertos de Simira y Gaza (pp. 8).
27- Urk. IV, 315-355; Naville, E.; The XIth Temple at Deir el Bahari. Londres, 1910-1913, vol. III, 69-86.
28- Z. TOPOZADA, Les deux Campagnes d'Amenhotep III en Nubie, BIFAO 88 (1988), 153ss. Términos relacionados con navegación y bajeles aparecen en las estelas de Semeneh-este, tebana (?) CGC 34163, tebana CGC 34025 y en el grafito de Hebi en Assuan.
29- S.R.K. GLANVILLE, Records of a Royal Dockyard of the Time of Tuthmosis III: Papyrus British Museum 10056. ZÄS 66 (1930), 105-121 y ZÄS 68 (1932), 7-41; T. SÄVE-SÖDERBERGH, op. cit., 37ss.
30- Durante los Imperios Antiguo y Medio existía un canal que comunicaba ambos mares. Sin embargo, existe la duda sobre si durante la dinastía XVIII el transporte se realizaba totalmente por mar o un trecho se debía llevar a término por tierra. Las diferentes teorías que existen al respecto se pueden leer en: G. POSENER.; Le canal du Nil à la Mer Rouge avant les Ptolomées. CdE 13 (1938), 270, 273; T. SÄVE-SÖDERBERGH., op. cit., 13-15; C.A. REDMOUNT, The Wadi Tumilat and the "Canal of the Pharaohs". JNES 54 (1995), 127-135.
31- Para una visión completa de los rangos militares consultar la obra de A. SCHULMAN, Military Rank, Title and Organization in the Egyptian New Kingdom. MÄS 6, Berlín, 1964. Los principales rangos que atañen a la marina se encuentran en las rfs. 321, 354, 427-429, 431, 493, 499, 507 y 509.
32- T. SÄVE-SÖDERBERGH, op. cit., 88-90.
33- W. HELCK, 1964, 22.
34- Ibid., 22.
35- Ibid, 37; T. SÄVE-SÖDERBERGH, op. cit., 71-85.
36- W. HELCK, 1964, 57.
37- Ibid, 42; T. SÄVE-SÖDERBERGH, op. cit., 90.
38- A. SCHULMAN, The Egyptian Chariotry: a Reexamination. JARCE 2 (1963), 82.
39- N. de G. DAVIES, The Tomb of Huy. London, 1926, láms. V y XIII; R.O. FAULKNER, Egyptian Military Standards. JEA 27 (1941), 14; T. SÄVE-SÖDERBERGH, op. cit., 75-78.
40- A. SCHULMAN, 1963, 81.
41- AN. /AR. BRACK, Das Grab des Haremhab. Theben Nr. 78. Mainz 1980, 34-35, fig. 18b.
42- R. O. FAULKNER, 1941, 16.
43- Ibid., 15.
44- S. HASSAN, The Great limestone Stela of Amenhotep II. ASAE 37 (1937), 129-143.
45- T. SÄVE-SÖDERBERGH, op. cit., 1-16.
46- Ibid., 47-50.
47- Ibid., 3, 42, 72ss; S.R.K. GLANVILLE, op. cit., vol. 68 (1932) 16, 22, 28.
48- Se han hallado cartas del rey de Chipre, vinculado a Egipto, en el archivo de Tell-el Amarna que relatan que algunas localidades costeras de su isla eran atacadas por los citados piratas. T. R. BRYCE (Lukka revisited. JNES 51 (1992), 129) indica que los textos se pueden encontrar en EA, pp. 206-207.
49- A. P. KOZLOFF, Symbols of Egypt's Might. BES 5 (1983), 61-66. El mascarón es idéntico a los de los barcos que figuran en los relieves del templo funerario de Ramsés III en Medinet Habu, donde está representada la única gran batalla naval de todo el imperio.
50- Una buena exposición sobre estos eventos se puede leer en: W.J. MURNANE, The Road to Kadesh. SAOC 42, Chicago 1990 (seg. ed.), 42-58.
51- Ibid. 99-100.
52- J. YOYOTTE, Les stéles de Ramsés II à Tanis. KEMI 10-11 (1949-50), 61ss.
53- Atlas II, 84; R.O. FAULKNER, 1941, 15.
54- Las fuentes egipcias los denominan n'rn. En referencia a las diversas teorías que existen sobre los mismos resulta muy interesante la lectura del artículo de A. SCHULMAN, The N'rn at the Battle of Kadesh. JARCE 1 (1962), 47ss.
55- L. HABACHI, The Military Posts of Ramesses II. BIFAO 80 (1980), 13ss.
56- No se aprecia ninguna actividad naval en la estela de Atribis, la gran inscripción del templo de Amun-Re de Karnak y la estela de la victoria, que son las fuentes más importantes sobre este enfrentamiento. Sus textos, traducidos diversas veces, se pueden leer en la obra de H. SOUROUZIAN, Les monuments du roi Merenptah. Mainz 1989, 69-72, 142-145, 167-170.
57- N.K. SANDARS, op. cit., 130.
58- Papiro Golénicheff (Moscú). A. ERMAN, op. cit., 225ss; G. LEFEBVRE, op. cit., 208ss.