La Unidad de la Idea de Hombre
en Distintas Culturas(notas de conferencia - Universitat Autònoma de Barcelona, 1-6-99)
Luiz Jean Lauand
jeanlaua@usp.br
Fac. Educ. Univ. São Paulo
Nuestra exposición empezará por presentar brevemente una peculiar característica antropológica de la que hay "constante constancia" en las tradiciones sapienciales de Oriente y Occidente para enseguida detenernos en el análisis de los fundamentos de la ética en que también, de algún modo, coinciden diversas tradiciones y lenguas.
1. El hombre, olvidadero
Comencemos por lo negativo: ¡el hombre es un ser que olvida![1]. Si a la milenar tradición de pensamiento le preguntásemos por los puntos fundamentales de la antropología y de la educación, los antiguos nos darían esta sentencia -tan sencilla- para meditar: "El hombre es un ser que olvida".
En Occidente, desde los griegos (de Hesíodo a Aristóteles, de Safo a Platón), se encuentra constantemente el extraordinario papel que juega la memoria -a veces personificada en Mnemosyne- en la filosofía y en la educación.
En esa tradición sobresale -500 años antes de Cristo- el poeta griego Píndaro. Su Himno a Zeus -un poema que es, a la vez, todo un tratado de educación- parece[2] presentar todas las características de una de las mayores obras maestras de todos los tiempos. La escena que presenta Píndaro es clara: Zeus decide intervenir en el caos y, entonces, toda la confusión y deformidad se van tornando armonía y orden: kosmos. Y cuando, finalmente, el mundo alcanza su estado de perfección (estrenando la tierra, los ríos, los animales, el hombre...), Zeus ofrece un banquete para enseñar a los demás dioses -atónitos ante tanta belleza- su creación... Pero, para sorpresa de los demás invitados, uno de los inmortales pide la palabra e indica a Zeus un grave e insospechado defecto: que en ese cósmos faltan criaturas que alaben y que reconozcan la grandeza divina del mundo..., pues el hombre es un ser que olvida. El hombre, que recibió de la divinidad la llama del espíritu; el hombre, está, después de todo, mal hecho, mal acabado: él tiende a la insensibilidad, a no darse cuenta... ¡a olvidarse!
Es con base en ese hecho -en ese trágico hecho de nuestra condición ontológica (el mismo, hoy día, olvidado...)- que se edifica toda la filosofía y la pedagogía de Occidente. Las musas (hijas de Mnemosyne), las artes, aparecen como el primer intento de Zeus para arreglar las cosas: la divinidad se las regala al hombre como compañeras, para ayudarle a que se acuerde... Precisamente por eso, los grandes pensadores de la tradición occidental consideraban también los descubrimientos filosóficos, no como un encontrarse con algo nuevo o raro, sino precisamente, descubrimientos: traer a la luz algo ya visto, ya sabido, pero que, por esa tendencia al olvido, no permaneció en la conciencia.
De ahí que la misión profunda del educar no sea la de presentar algo nuevo, sino la de recuperar algo ya experimentado y sabido que, sin embargo, permanecía inaccesible: precisamente lo que se expressa con la palabra recordar. Ciertamente, reconocer el carácter olvidadizo del hombre no significa afirmar que él se olvide de todo, sino sobre todo -y esto es una comprobación empírica- de lo esencial. Pues, de hecho, el hombre sí se acuerda de muchísimas cosas: él, "creatura trivial" (Guimarães Rosa), no se olvida de sus ingresos en su cuenta de ahorros, no se olvida de comprar la revista que le gusta, del juego de su equipo ni de tantas pequeñas realidades que componen nuestra vida cotidiana. Pero sí se olvida de la sabiduría del corazón, del carácter sagrado del mundo y del ser humano...
Si, en Occidente, el olvido es una nota esencial de la caracterización del hombre por parte de la antropología; en Oriente esa consideración es todavía mas radical[3]. En la lengua árabe, desde siempre, la misma palabra que designa el ser humano es Insan. La sorprendente profundidad de ese vocablo se torna patente cuando volvemos nuestra atención para su significado literal: Insan -que deriva del verbo nassa/yansa, olvidar- significa aquél que olvida. Esa aguda intuición oriental -que designa el hombre por Insan / el olvidadero- se ve confirmada por el hecho mismo de que aún el hablante árabe, en su cotidiano, no se da cuenta de esta etimología. De ahí la sentencia proverbial: Wa ma sumya al-insan insanan illa linissyanihi ("El Insan, ser humano -el olvidadero- ha sido llamado Insan pq olvida").
Naturalmente, en la formulación original, se encuentra un delicioso juego de palabras, algo así como si dijésemos en castellano:"Se dice 'enhorabuena' porque se trata de hora buena".
Así, no sorprende que, en el Corán (20, 50-52), Dios se presente -en contraste con el hombre- como "Aquél que no olvida". Y algo semejante se lee en la Bíblia, cuando, por ejemplo, por medio del profeta, el mismo Dios dice: "-¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido" (Is 49,15).
Sólo a partir de esa conciencia de que el hombre es olvidadizo, se puede edificar una educación digna de su nombre. De ahí que los antiguos han desarrollado una pedagogía -hoy olvidada e incomprendida-, la pedagogía del dhikr, la pedagogía del recuerdo, la pedagogía fundada en la sabiduría del pueblo, en los proverbios, en la memoria, en los gestos...
Cabe aquí, una nota sobre el lenguaje. En diversas lenguas, el memorizar se asocia no ya (o no sólo...) a un proceso intelectual, sino al corazón: saber de memoria es, en inglés, by heart; en francés, par coeur; y olvidarse de alguien, en italiano, es scordarsi, echar del corazón... Recordamos -sabemos de cor, se dice en portugués- lo que traemos en el corazón.
Tomás de Aquino, el gran pensador medieval, expone con agudeza la razón última del recordar y del olvido: estableciendo un eslabón entre amar y recordar: ¡inolvidable es lo que amamos! Así, comentando el salmo 9 y hablando de Dios como del único que no olvida, dice: Illud quod aliquis cum studio et diligentia facit, non obliviscitur quin illud faciat; Deus autem studiosus est ad salutem hominum: et ideo non obliviscitur (In Ps. 9, 8). "Lo que no se olvida es precisamente lo que se hace con solicitud y amor[4]. Ahora bien, Dios ama com solicitud el bien del hombre y, por tanto, no lo olvida".
De ese modo, la tradición clásica en educación, la pedagogía del recordar, termina -algo inadvertidamente- por ser también una pedagogía del amor...
2. "Tórnate lo que eres"
Consideremos ahora el fundamento de la ética para los antiguos: el mismo ser del hombre. También aquí el pensamiento de los antiguos se puede resumir en una sentencia de Píndaro: "¡Tórnate lo que eres!". En este rato de conversación, pretendemos indicar -aunque de modo necesariamente breve- cómo esa misma convicción esencial (esencial para el derecho, para la filosofía, para la convivencia social y para la educación), la afirmación de que la moral tiene sus raíces en el ser -y, más aún, con él se confunde- es de extensión universal (y además no solamente en lo que respta a la filosofía): es, por ejemplo, el sentido profundo del to be or not to be shakesperiano (that is the question...), encuentráse en la Comedia de Dante, en la tradición confuciana, en toda parte: del "Tórnate..." de Píndaro a las estructuras de la lengua guaraní...
En la Divina Comedia (Purg. XXIII, 31-33), al tratar de la recomposición del ser, desfigurado por las desviaciones morales, encontramos el enigmático terceto:
"Sus ojos parecían anillos sin gemas
Y quien lee en el rostro 'hombre'
Bien podría reconocer la M"
¿Qué significa esta misteriosa M? (emme que rima con gemme). El sentido de los versos es que la acción injusta atenta contra el mismo ser de quien la comete, le desemeja, le roba el to be, el rostro humano - poéticamente figurado, en concretismo, en la palabra "OmO" (omo, en la lengua de Dante, significa hombre).
También para Confucio -y aún mismo para las lenguas del Extremo Oriente- la moral es el ser-hombre (ren, en chino / jin, en japonés), y el hombre inmoral (fei-ren / hi-nin - la grafía japonesa es idéntica a la china) es el "no-hombre", como de modo gráfico indica el ideograma de la negación (y de la falsedad, de la desestabilización desde dentro, de la desagregación), antepuesto al ideograma ren: hombre.
Esa misma idea fundamental se encuentra en la sabiduría de la lengua guaraní (o en su hermana, la tupí). Para el guaraní -que emplea el sufixo eté como intensivo, superlativo e índice de verdad ontológica (acercándose así de la arete griega y de la virtus latina)- el hombre bueno moralmente es abaeté, es decir, hombre de verdad o, en el sentido de Santo Tomás, simpliciter e ultimum potentiae. Por otra parte, el hombre inmoral es abaran, pseudo-hombre.
Es interesante hacer notar que la célebre sentencia de Píndaro que resume los fundamentos clásicos de la ética ("¡Tórnate lo que eres!") encuentra una sorprendente comprobación de su fuerza (y de su actualidad...) en el extraordinario éxito logrado por la película "El Rey León". De hecho, para más allá de los modismos y del cuidado estético, la fuerza de la fábula Lion King se encuentra precisamente en su centro temático, que es de Píndaro (el "tórnate" y el hombre como olvidadizo...). Pues, como se acuerdan, el auge de la trama está en el drama ético. El exilado leoncito Simba había sido inducido al aburguesamiento, al egoísmo y a la indiferencia, a dimitir de la estatura moral a que estaba llamado:
Timon: When the world turns its back on you, you turn your back on the world.
Simba: Well, that's not what I was taught.
Timon: Then maybe you need a new lesson. Repeat after me: Hakuna Matata.
Simba: {Still lethargic} What?
Pumbaa: Ha-ku-na Ma-ta-ta. It means "No worries."
Timon: Hakuna Matata! What a wonderful phrase
Pumbaa: Hakuna Matata! Ain't no passing craze
Timon: It means no worries For the rest of your days
Both: It's our problem-free... Philosophy
Timon: Hakuna Matata!
Simba: Hakuna matata?
Pumbaa: Yeah, it's our motto.
Cuando -por la ausencia de Simba-, la opresión se vuelve insoportable en el reino que le pertenece- el ministro Rafiki va en busca del joven león, para llamarlo a la responsabilidad, evocando la figura de su fallecido padre: el león Mufasa. E invita a Simba a contemplar la imagen del padre en la superficie del agua.
Simba: You knew my father?
Rafiki: {Monotone} Correction - I know your father.
Simba: I hate to tell you this, but... he died. A long time ago.
Rafiki: Nope. Wrong again! Ha ha hah! He's alive! And I'll show him to you. You follow old Rafiki, he knows the way. Come on!
Look down there.
{Simba quietly and carefully works his way out. He looks over the edge and sees his reflection in a pool of water He first seems a bit startled, perhaps at his own mature appearance, but then realizes what he's looking at.}
Simba: {Disappointed sigh} That's not my father. That's just my reflection.
Rafiki: Noo. Look harder.
{Rafiki motions over the pool. Ripples form, distorting Simba's reflection; they resolve into Mufasa's face. A deep rumbling noise is heard}.
You see, he lives in you.
{Simba is awestruck. The wind picks up. In the air the huge image of Mufasa is forming from the clouds. He appears to be walking from the stars. The image is ghostly at first, but steadily gains color and coherence.}
Mufasa: {Quietly at first} Simba...
Simba: Father?
Mufasa: Simba, you have forgotten me.
Simba: No. How could I?
Y para finalizar, la contestación de Mufasa, que articula los dos momentos pindáricos fundamentales: todo un programa de reconstrucción moral...
Mufasa: You have forgotten who you are, and so have forgotten me. Look inside yourself, Simba. You are more than what you have become.
Simba: How can I go back? I'm not who I used to be.
{Shot of cloud-Mufasa, with glowing yellow eyes. He is framed
in swirling clouds, radiating golden light.}
Mufasa: Remember who you are. You are my son, and the one true king.
{Close up of Simba's face, bathed in the golden light, showing
a mixture of awe, fear, and sadness. The image of Mufasa starts to fade.}
Remember who you are.
{Mufasa is disappearing rapidly into clouds. Simba runs into the fields trying to keep up with the image.}
Simba: No. Please! Don't leave me.
Mufasa: Remember...
Simba: Father!
Mufasa: Remember...
Simba: Don't leave me.
Mufasa: Remember...
(Fuente: http://www.lionking.org/~ryan/lionking/text/official/tlkscras.txt)
[1]. A lo largo de esta primera parte, seguimos los capítulos de Michèle Simondon "Mnémosyne, mère des Muses" in La Mémoire et l'Oubli dans la Pensée Grecque jusqu'à la fin du Ve. siècle avant J.C., Paris, Société d'édition "Les Belles Lettres", 1982; de Bruno Snell "Pindar's Hymn to Zeus" in The Discovery of the Mind - The Greek Origins of European Thought, Cambridge, Harvard Univ. Press, 1953; y, sobre todo, de Josef Pieper Nur der Liebende singt, Schwabenverlag, 1988, p.35 y ss.[2]. El poema ha llegado fragmentariamente hasta nosotros...[3]. Para el caso del pensamiento de Extremo Oriente y de Confucio, véase -en este mismo site: http://www.hottopos.com/videtur/chia.htm- el sugerente estudio de Ho Yeh Chia: "Educação e Memória em Confúcio".[4]. No por acaso en las canciones de amor, en inglés, el primer sinónimo de to love es to care.